domingo, 20 de abril de 2014

El poder del contexto según Jeremy Leggett

Alguna que otra vez, planteando eso de que a mí me parece que el modo insostenible en el que estamos explotando los recursos del planeta nos está acarreando riesgos muy serios he recibido como réplica lo que podríamos llamar "el argumento de la Segunda Guerra Mundial", que es una manera más o menos efectista de jugar el "comodín de la tecnología". Va más o menos así: "No hay que ser tan catastrofista, hombre, piensa que el ingenio humano se agudiza en situaciones críticas. Mira, por ejemplo, los espectaculares avances tecnológicos que se lograron durante la Segunda Guerra Mundial". Lo pintoresco del argumento es la acusación de catastrofismo. Se mire por donde se mire, la Segunda Guerra Mundial fue una catástrofe de magnitudes colosales. ¿Quién es entonces el catastrofista, el que se preocupa por lo que puede pasar si no actuamos a tiempo o el que considera natural esperar a que el desastre sea inevitable?.

En fin, tal vez esté en la naturaleza humana la incapacidad para reaccionar a tiempo ante riesgos colectivos. Este parece que es el planteamiento de Jeremy Legget en su muy interesante The Energy of Nations. Él lo llama el "poder del contexto" ("the power of context") y, por supuesto, lo explica muchísimo mejor que yo así que voy a tomar prestada su argumentación. El libro gira alrededor de lo que el autor identifica como cinco riesgos globales que, por separado o combinados, podrían desencadenar una crisis mundial. Dos de ellos son muy inmediatos ya que según Leggett podrían materializarse en muy pocos años: el declive de la producción global de petróleo y un probable nuevo colapso del sistema financiero. El tercero no es tan inmediato en el tiempo pero sus efectos potenciales son mucho más graves: el riesgo de una crisis climática. Los otros dos son el estallido de una supuesta burbuja del carbono (en un escenario de acción real contra el cambio climático, buena parte de las reservas de combustibles fósiles que ahora se contabilizan como activos de la industria deberían dejarse intocadas bajo tierra) y un colapso del gas de esquisto (shale gas), que tiene muchas papeletas para no ser capaz de estar a la altura de las expectativas que ha generado. El alcance de estos dos últimos no me parece tan claro, pero en cualquier caso, todos ellos están relacionados de forma más o menos directa con el sector de la energía, un sector que Leggett, por su trayectoria profesional, conoce bien y desde dentro.

La trayectoria de Leggett, como profesional y como activista, también le ha permitido ser testigo de primera fila de esa aparente incapacidad de la sociedad para reaccionar a tiempo ante la existencia de estos riesgos, por más evidentes que sean algunos de ellos. La primera parte de The Energy of Nations es, en buena medida, el relato de su experiencia en este sentido, una experiencia jalonada de decepciones y oportunidades perdidas que se despliegan al ritmo de la subida del precio del petróleo entre 2002 y 2008, de los devastadores datos económicos de los años siguientes o de las continuas y continuamente desoídas advertencias de la comunidad científica sobre los riesgos del cambio climático.

La segunda parte del libro, en cambio, se centra en el futuro a corto plazo: ¿cómo se desarrollarán los acontecimientos en los próximos años? Leggett ve muy improbable que no nos encontremos en seguida con uno de dos posibles escenarios: declive del petróleo primero (y después quiebra financiera) o quiebra financiera primero (y unos años más tarde declive del petróleo). Entonces la pregunta es: ¿cómo reaccionará la sociedad global ante esta situación? La apuesta optimista de Leggett (concibe otras alternativas más pesimistas, aunque prefiere no profundizar en ellas) es un escenario dirigido por el "poder del contexto". Para explicarlo, curiosamente, también recurre a la Segunda Guerra Mundial, concretamente a los años que la precedieron:

Winston Churchill estaba advirtiendo al Reino Unido de que debía prepararse para la guerra porque cierto lider político en Alemania mostraba las peores intenciones. Al principio, pocos estaban dispuestos a escucharle. El contexto para su pensamiento era el ambiente festivo de los tiempos y un rechazo generalizado a incluso mencionar la palabra guerra tan poco tiempo después de la conflagración que había matado a millones. Churchill estaba ofreciendo un panorama muy desagradable sin contar con ningún poder de contexto. Una vez que Hitler comenzó a invadir a sus vecinos y sus despiadados planes de conquista fueron evidentes, la gente adquirió el poder de contexto necesario para ayudar a su pensamiento. Las opciones aparecieron más claras. Así que la generación de mis padres comenzó a movilizarse rápidamente. Se encontraron con que podían fabricar cazas, bombarderos, tanques y barcos a un ritmo que cogió a muchos de ellos por sorpresa. (Pág. 207, mi traducción)

Es decir, la sociedad británica fue incapaz de reaccionar hasta que la catástrofe, de tan inminente, era imposible de obviar. ¿Nos puede estar pasando algo parecido ahora? Puede ser significativo ver lo que opinan los analistas de las fuerzas armadas alemanas actuales sobre uno de los riesgos inminentes que identifica Leggett. Él mismo lo cita en su libro:

Es, por tanto, difícil imaginar cuán importantes serán los efectos de una reducción gradual de una de las fuentes de energía más importantes para nuestra civilización. Tenemos barreras psicológicas que nos impiden ver hechos incuestionables y nos llevan a rehusar casi instintivamente a mirar en detalle este difícil asunto. El declive del petróleo, sin embargo, es inevitable. (Pág. 208, mi traducción)  

Y así es como parece que estamos: esperando a que nos llegue el poder del contexto. Pero no seamos catastrofistas, dirán los partidarios del argumento de la Segunda Guerra Mundial, cuando nos llegue el poder del contexto sabremos reaccionar. Y sí, diría Leggett, una vez tengamos el poder del contexto es muy probable que reaccionemos y nos pongamos a desplegar energías renovables y medidas de eficiencia energética a todo trapo y, al final, logremos poner a salvo las cosas buenas de esta civilización. Ahora bien, él mismo nos advierte:

No pretendo decir que las cosas no irán muy a peor antes de mejorar. Habrá disturbios. Habrá comedores de caridad. Habrá sangre. Ya los ha habido, después del colapso financiero de 2008. Pero la próxima ronda será mucho peor. (Pág. 222, mi traducción)

Así que ni el argumento de la Segunda Guerra Mundial ni el del poder del contexto, mucho mejor elaborado, ofrecen una salida satisfactoria a los que no nos gustan los disturbios violentos ni la escasez de alimentos. Aunque también podría ser que Leggett estuviera completamente equivocado en cuanto a los riesgos de colapso energético, financiero o climático. Ahora que todavía no tenemos el poder del contexto esta es, sin duda, la opción más confortable. Pues hala, a esperar...

Fuentes:

Jeremy Legget, The Energy of Nations, primera edición, Routledge 2014. Manejo la versión electrónica para kindle.

El informe de las fuerzas armadas alemanas citado en The Energy of Nations puede encontrase aquí, y la versión en inglés aquí. La cita está tomada de la conclusión (p.91 en la versión en inglés).