lunes, 24 de julio de 2017

El crecimiento inevitablemente necesario según Branko Milanovic

Branko Milanovic es un economista serbio-estadounidense que ha dedicado su carrera al estudio de la desigualdad económica, la pobreza y la economía del desarrollo. Entre el público no académico es conocido sobre todo por sus libros The Haves and the Have-Nots (2010) y Global Inequality: A New Approach for the Age of Globalization (2016). Además, mantiene el blog globalinequality, que he comenzado a seguir recientemente.

En relación con el paradigma vigente sobre crecimiento económico, la posición de Branko Milanovic es bien clara: adhesión sin reservas. Así lo expresa él mismo: "Restar importancia al crecimiento no es deseable y, sobre todo, es completamente irrealizable en sociedades como nuestras sociedades modernas" (mi traducción). La frase la saco de una entrada reciente de su blog cuyo título es también una declaración de intenciones: "Inevitability of the need for economic growth—the nth time".

La entrada es muy interesante porque expone de manera concisa pero contundente los argumentos que justifican su posición y esto permite, creo, comprenderla mejor y centrar el debate. Según Milanovic el crecimiento económico es necesario y su necesidad es inevitable y los argumentos son, en esencia, dos. El primero se refiere al papel del crecimiento económico en la reducción de la pobreza. Y, francamente, en un mundo donde, por ejemplo, casi 700 millones de perosnas carecen de acceso al agua potable y 2400 millones carecen de acceso al saneamiento, me parece un argumento difícil de rebatir.

Pero Milanovic también considera que el crecimiento económico es necesario, inevitablemente necesario, en las sociedades del llamado "primer mundo". Es decir, en sociedades en las que el nivel general de consumo de bienes y servicios ha alcanzado cotas jamás vistas en la historia. En las que las condiciones materiales necesarias para poder llevar una vida digna hace tiempo que se han logrado con creces para una buena mayoría. Y en las que el poder de consumo de la minoría más favorecida llega a niveles que podrían considerarse obscenos desde muchos puntos de vista. ¿Por qué estas sociedades necesitan también que sus economías crezcan, es decir, que produzcan cada vez más y más bienes y servicios por persona?

El segundo argumento de Milanovic, que da respuesta a esta pregunta, reside en lo que él considera que son las bases sobre las que se ha construido nuestra civilización: la insaciabilidad de las necesidades humanas y la mercantilización generalizada. La primera se encarga de que, sea lo que sea y sea cuanto sea lo que hemos logrado, nunca estemos satisfechos. La segunda convierte en mercancía cada vez más aspectos de nuestra existencia, de modo que nuestra necesidad insaciable se convierte en necesidad de más y más mercancías. Y más y más mercancías requieren más y más actividad económica.

Y aquí Milanovic puede tener un punto de razón: tal vez evitar la necesidad del crecimiento económico sea, como él dice, irrealizable en nuestras sociedades modernas. Pero yo añado: en nuestras sociedades modernas tal y como son ahora. Porque la mercantilizción de cada vez más aspectos de nuestra existencia es un fenómeno relativamente reciente: según Polany y otros autores que cita el propio Milanovic, comenzó con la Revolución Industrial. Y nuestra supuesta insaciabilidad es, a lo sumo, una de tantas otras características de la naturaleza humana. Así que me imagino que para fundamentar una civilización deben de exisitir otras opciones.

En cualquier caso dejar de depender del crecimiento económico parece que exigiría cambios culturales de bastante calado. Esto, evidentemente no es fácil. Milanovic lo expresa así en el párrafo que conluye la entrada (mi traducción): "Cualquiera que pretenda argumentar que el crecimiento económico es prescindible [...] debe comenzar por cambiar las bases sobre las que está edificada nuestra civilización (global y capitalista), es decir, la insaciabilidad de las necesidades y la mercantilización. Pero estas características están tan arraigadas que no veo cómo pueden ser cambiadas en ningún futuro previsible. Todo lo demás es romanticismo".

Pues bien, me tomo la libertad de parafrasearle y digo que cualquiera que pretenda argumentar que el crecimiento económico perpetuo es factible tiene que comenzar por justificar la posibilidad de extraer recursos materiales y verter residuos de manera ilimitada en un sistema finito como la Tierra. Pero la finitud de la Tierra es una característica tan físicamente tangible que ni yo ni nadie en su sano juicio puede concebir cómo podría evitarse. Y todo lo demás es romanticismo.

Así que en esas estamos: me temo que vamos a tener que elegir entre un romaticismo u otro.

jueves, 17 de marzo de 2016

Cuatro años, 340 millones

Hace cuatro años que comencé a escribir en este blog. Cuatro años puede parecer poco tiempo: es lo que dura una legislatura cuando dura lo que tiene que durar. Pero es tiempo suficiente para que sucedan cosas interesantes. A mí me apetece destacar una en la que no se suele reparar mucho: en estos últimos cuatro años la población mundial ha crecido en 340 millones de habitantes. Cuatro años puede parecer poco tiempo, pero 340 millones de personas son muchas personas. Por ejemplo: 340 millones es la población de toda la zona euro.

En realidad esto no es excepcional: llevamos mucho tiempo incorporando a la población mundial una "zona euro" cada cuatro años. Como se puede ver en el gráfico 1, en cada uno de los últimos 10 cuatrienios el incremento de población ha rondado los 300-350 millones de personas. Por dejar la cuenta cerrada: en total, esos 10 cuatrienios han acumulado un aumento de población de casi 3.300 millones, de manera que la población mundial ha pasado de los 4.000 millones de final de 1974 a los casi 7.300 millones que somos ahora. O, si comenzamos a contar un poco antes, se ha duplicado en menos de 42 años.

Gráfico 1. Incremento de la población mundial, por cuatrienios desde 1975-78. Fuente: elaboración propia con datos del Banco Mundial [1]

Pero no perdamos el hilo. Si no pasa nada gordo, lo más razonable es suponer que esta tendencia, una "zona euro" cada cuatro años, se prolongue aún unos cuantos cuatrienios más. Propongo el siguiente ejercicio mental: supongamos que deseamos que los 340 millones de recién llegados de cada cuatrienio puedan disfrutar de unas condiciones de vida al menos tan buenas como las de los 340 millones de "eurozoneses" que ya estamos aquí. Esto nos obligaría a montar una nueva "zona euro" cada cuatro años. Una nueva "zona euro" con todas sus ciudades, sus carreteras, sus redes de abastecimiento de agua y de saneamieto, sus sistemas eléctricos, sus hospitales, sus escuelas y universidades, su enorme agricultura, sus fábricas, sus parques temáticos,... y el gigantesco suministro de materias primas y recursos energéticos que importamos del exterior y que necesitamos para mantener todo el tinglado. Esto, nos pongamos como nos pongamos, es materialmente imposible.

Los recién llegados, por tanto, tendrán que resignarse a ser más pobres... De momento esto es lo que está sucediendo. Como se puede ver en el gráfico 2, la mayoría de los que se suman a la población del planeta lo hacen en los países de renta media o baja. De hecho, la población de los países de renta alta está creciendo a una tasa del 0,6% anual mientras que la del resto del mundo crece a razón de un 1,3% anual.

Grafico 2. Incrementos de población mundial por cuatrienios, separando los países de renta alta del resto (según la clasificación del Banco Mundial). Fuente: elaboración propia con datos del Banco Mundial [1]

Entonces, ¿todo bajo control? Pues no estoy seguro. Incluso si por un momento estamos dispuestos a considerar tolerables las tremendas injusticias que existen detrás del reparto desigual de la renta, seguimos teniendo que colocar 340 millones de personas cada cuatro años. Unas personas que, aunque se resignen a ser considerablemente más pobres que los "eurozoneses", no van a dejar de necesitar casa, agua, comida, ropa, calefacción, etc. Hasta ahora hemos logrado mal que bien ir resolviendo esta cuestión: hemos "colocado" a 3.300 millones de personas en 40 años. Pero no podemos olvidar que esto ha sido gracias a que hemos aprendido a sacarle mucho partido (y por tanto, a depender de ellos) a una serie de recursos naturales que, o bien no son renovables, o bien tienen una capacidad de renovación limitada. Y que, o bien estamos agotando, o bien estamos explotando por encima de su capacidad de regeneración.

Entre los que estamos agotando me parecen clave los recursos energéticos fósiles, que han sido el verdadero motor del enorme desarrollo demográfico y económico del último siglo y medio. Y de los que dependemos completamente para todo, incluso para producir comida: como dijo Albert Bartlett en 1978, la agricultura moderna consiste en utilizar la tierra para convertir petróleo en alimentos [2]. Y no nos dejemos engañar por la reciente coyuntura de precios bajos: el petróleo (y el gas natural, y hasta el carbón) van a ser cada vez más escasos.

Entre los recursos que estamos sobrexplotando, está muy de moda la capacidad de la atmósfera para digerir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. Y aquí citaré otra cosa que ha sucedido en estos cuatro años: la concentración de CO2 ha superado las 400 ppm (ver gráfico 3). Así que estamos utilizando demasiados combustibles fósiles por partida doble: porque se nos están agotando y porque al ritmo que los utilizamos estamos amenazando la estabilidad del clima.

Gráfico 3. Evolución de la concentración de CO2 en la atmósfera durante los últimos cuatro años, medida en el observatorio de Mauna Loa. Fuente: NOAA [3]

He citado los dos ejemplos que más pululan por este blog, pero se podrían citar más, tal vez menos de moda pero también acuciantes [4]. En definitiva: el nivel de explotación de los recursos de la Tierra es ya insostenible para los 7.300 millones de personas que la habitamos. ¿Cómo será dentro de cuatro años, cuando seamos 340 millones más?¿o dentro de ocho, cuando seamos 680 millones más? Entonces ¿todo bajo control? Mucho me temo que no. En el contexto de población creciente y disponibilidad de recursos decreciente que se está gestando, el resultado inevitable es más pobreza. Tal como tenemos organizado este mundo, más pobreza es más pobreza mal repartida, y las consecuencias habituales son crisis económica, agudización de los conflictos sociales, ascenso de los populismos, ascenso de los fundamentalismos, más terrorismo, más guerras, más refugiados, ... Quién sabe, tal vez estamos ya sumidos en todo eso...

¿Hay solución? Es posible, pero si la hay, pasa sin duda por un cambio radical de comportamiento en los que disfrutamos de la categoría "renta alta". Un cambio de comportamiento en el sentido que plantea el profesor Stephen Emmott en el documental Ten Billion [5]: "Consumir menos. Mucho menos. Menos comida, menos energía, menos bienes materiales. Menos coches, menos camisetas de algodón, menos ordenadores portátiles, menos televisores, ¡muchos menos!". No suena bien, ¿verdad? Es natural, el planteamiento del profesor Emmott es prácticamente una blasfemia en nuestra cultura de consumo, cimentada sobre el dogma del crecimiento permanente. A priori, a nadie le apetece consumir menos. Pero yo me temo que tarde o temprano no nos va a quedar más remedio. Y por eso creo que vienen muy a cuento las siguiente palabras de José Mújica, expresidente de Uruguay:

O logras ser feliz con poco, y liviano de equipaje, porque la felicidad está dentro de ti, o no logras nada. Esto no es una apología de la pobreza. Esto es una apología de la sobriedad.[6]

Tal vez sobriedad es lo que nos está faltando últimamente...

NOTAS:

[1] Los datos del Banco Mundial se han leído mediante el paquete WDI para R. He utilizado el indicador SP.POP.TOTL con los identificadores de país XD ("High income"), XO ("Low & middle income"), XC ("Euro area") y 1W ("World). No hay disponible todavía datos de población en 2015. He estimado los de 1W y XO extrapolando con la tasa de crecimiento de 2014, que en ambos casos se ha mantenido muy estable en los últimos años, y he estimado el de XD por diferencia entre los anteriores.  

[2] Albert Bartlett, 1978, Forgotten Fundamentals of the Energy Crisis - Part 6. Cualquiera podía ver, ya en 1978, que una economía adicta simultaneamente al crecimiento exponencial y a recursos energéticos no renovables no puede sostenerse mucho tiempo. Pocos lo mostraron de manera tan solvente como el profesor Bartlett en el estudio del que el artículo citado es la parte 6. Aunque parece que no se le hizo mucho caso... 

[3] NOAA, Trends in Atmospheric Carbon Dioxide, a 15 de marzo de 2016

[4] La línea de investigación Planetary Boundaries ha identificado 9 límites de los sistemas del planeta dentro de los cuales es necesario permanecer para que la Humanidad pueda seguir prosperando. Según la investigación, 4 de esos 9 límites ya se han sobrepasado claramente.  

[5] Página oficial de Ten Billion. El título de este interesante documental se refiere al tamaño de la población mundial previsto por los estudios demográfcos. El profesor Emmott intenta concienciar sobre los enormes problemas que se avecinan debido a la sobrexplotación de recursos en un planeta finito. A ver si le hacemos más caso que a Bartlett. Una versión doblada al español puede verse en esta dirección de YouTube 

[6] José Mújica pronuncia estas palabras en la entrevista que le hacen en el magnífico documental Human (que a mí personalmente me parece un "must"). El documental está disponible en YouTube, en esta dirección. Las palabras de José Mújica comienzan en el minuto 1:15:04

domingo, 10 de enero de 2016

Petróleo barato

Comenzamos el año con el barril de petróleo a 37 dólares más o menos. Son precios que no se veían desde principios de 2004, con la salvedad del breve bajón a finales de 2008 (ver gráfico 1). Varios analistas piensan que acabaremos el año con el barril aún más barato. Así que el 2016 podría ser un año con petróleo a precios pre-crisis. ¿Qué consecuencias puede tener esto?


Gráfico 1. Evolución del precio del petróleo desde enero de 2000. Precio mensual del petróleo imporado en Estados Unidos a precios constantes de diciembre de 2015. Fuente: elaboración propia con datos de EIA

Para los países importadores de petróleo la consecuencia directa evidente es que van a poder abastecerse de petróleo a mucho menor coste. En el caso de España el ahorro es enorme (ver gráfico 2). De hecho, pasar de 100 a 36 dólares por barril supone, para España, un incremento automático del PIB cercano al 2%. A lo que habrá que sumar los previsibles efectos indirectos (ver, por ejemplo, esta otra entrada). En fin, que el buen dato de crecimiento que nuestros gobernantes auguran para 2016 tal vez no dependa tanto de las supuestas bondades de sus reformas y su gestión económica.


Gráfico 2. Coste anual de las importaciones de petróleo para España, calculados con el precio medio por barril (Brent, dólares 2014) y el consumo según BP2015. Los valores para 2015 y 2016 se han estimado suponiendo un consumo de 1,2 millones de barriles diarios (aproximadamente el consumo en 2014) y precios del barril de 70 y 36 dólares respectivamente.

Para los países exportadores el efecto es, naturalmente, el contrario. Vamos a fijarnos en Arabia Saudí, el mayor productor y exportador de petróleo y supuestamente el promotor del actual escenario de precios bajos. Pues bien, los ingresos por exportación de petróleo en 2016 podrían quedarse reducidos a menos de la tercera parte de los que eran habituales en 2011-14 (ver gráfico 3).


Gráfico 3. Valor anual de las exportaciones de petróleo de Arabia Saudí, calculados con el precio medio por barril (Brent, dólares de 2014), la producción y el consumo según BP2015. Los valores para 2015 y 2016 se han estimado suponiendo unas exportaciones de 8,3 millones de barriles diarios (el mismo valor que en 2014) y precios del barril de 70 y 36 dólares respectivamente.

Este escenario pone al reino Saudí en una situación delicada. La mayor parte de los ingresos del gobierno proceden del petróleo así que los precios bajos están erosionando las cuentas públicas: en 2015 el gobierno incurrió en un déficit de 98.000 millones de dólares (U.S.News). De momento el déficit se puede cubrir gracias a las reservas de divisas acumuladas durante los años de bonanza de precios petroleros, pero tarde o temprano el gobierno saudí tendrá que empezar a cuadrar las cuentas. Y no lo tiene fácil: mantener la estabilidad del reino exige gasto. Mucho gasto. Y más aún en los tiempos que corren: la región es un avispero y Arabia Saudí está implicada militarmente en los conflictos abiertos en Yemen, Siria e Irak. En 2015 el país del mundo con mayor gasto militar por habitante fue, ni más ni menos, Arabia Saudí (IISS según lo cita Wikipedia): 2.808 dólares por habitante [1]. Sufragar ese gasto vendiendo petróleo a 37 dólares se comería el 70% de las exportaciones del país [2].

Para la industria del petróleo, el escenario actual de precios es un perfecto incentivo para abandonar los proyectos de exploración y puesta en servicio de nuevas explotaciones. Tomemos como referencia el petróleo de formaciones compactas en Estados Unidos. Este recurso no convencional, que se extrae mediante el famoso fracking, ha proporcionado la mayor parte del incremento de producción mundial de los últimos años. El fracking, sin embargo, es caro: con el barril de petróleo a 100 dólares perforar nuevos pozos es una inversión atractiva pero con los precios actuales, no le interesa ni al Tato. Unos meses después de la caída de precios, la perforación de nuevos pozos de petróleo en Estados Unidos se desplomó y permanece en niveles parecidos a los anteriores al boom del fracking (ver gráfico 4).


Gráfico 4. Conteo de equipos de perforación de pozos de petróleo activos (active rotary rigs drilling for oil) en Estados Unidos hasta 31-dic-2015. Fuente: ycharts.com

Los pozos de fracking tienen una tasa de agotamiento muy alta por lo que la caída de la actividad perforadora se va a traducir más pronto que tarde en un declive de la producción que podría ser tan rápido como el ascenso de los últimos años. De momento ya ha dejado de crecer (gráfico 5)


Gráfico 5. Producción de petróleo de Estados Unidos. Fuente: elaboración propia con datos EIA

Lo anterior son sólo unos ejemplos significativos, pero yo creo que ilustran bastante bien un panorama general más bien poco optimista:
  • El petróleo no convencional es caro. Con los precios actuales es imposible sostener, menos aún aumentar, su producción.
  • El petróleo convencional es más barato de producir, pero la mayoría de los yacimientos se encuentra en regiones inestables en las que "mantener el tinglado" requiere vender petróleo a buen precio (es decir, caro). Con los precios actuales es imposible sostener la producción. Y de aumentarla ni hablamos: ahí es la geología y no el precio quien está imponiendo los límites.
  • En los países importadores los precios del petróleo altos sientan muy mal a la economía. "Mantener el tinglado" en estos países requiere poder comprar petroleo a buen precio (es decir, barato). 
Los analistas lo tienen crudo.

Notas:

[1] La fuente sólo recoge los 15 países con mayor gasto militar total. Podría haber algún país pequeño con un gasto por habitante mayor. A Arabia Saudí (2.808 dólares por habitante) le siguen en la lista Israel (2.755) y Estados Unidos (1.821). El promedio mundial es 224 dólares por habitante.

[2] Supongo 28 millones de habitantes y 8,3 millones de barriles diarios para la exportación.

Fuentes:

EIA: Energy Information Administration
- Precios del petróleo
- Producción de petróleo USA

BP 2015: BP Satatisitical Review of World Energy 2015  

Gráfico de número de equipos de perforación activos: ycharts.com

US News

Gasto militar por países según International Institute for Strategic Studies (Wikipedia)

jueves, 3 de diciembre de 2015

Estamos cerca de una economía sostenible?

El Dr. Daniel W. O'Neill comienza una muy interesante charla TEDx dando tres razones para cuestionar la deseabilidad del crecimiento económico:
  • Razón ambiental: el crecimiento continuado dentro de un sistema finito como nuestro planeta es imposible. Lo ilustra citando un estudio ya clásico (Rockström y Steffen 2009) encaminado a definir un "espacio seguro para el funcionamiento de la humanidad" y según el cual ya hemos traspasado claramente 3 de las 8 fronteras planetarias que delimitan dicho espacio. 
  • Razón social: el crecimiento no da la felicidad. En las economías avanzadas, el nivel de satisfacción personal o de felicidad percibida que muestran los abundantes datos disponibles no ha aumentado nada en las últimas décadas a pesar del continuado crecimiento económico registrado.
  • Razón práctica: desde una perspectiva histórica, el crecimiento económico es una excepción de unas cuantas décadas y de una pocas sociedades. Y dichas sociedades enfrentan unos cambios estructurales que hacen difícil pensar que la excepción se pueda convertir en norma: envejecimiento de la población, deuda, rendimientos decrecientes en el impacto de la innovación (en este artículo de este mismo blog comento esto con un poco más de detalle). 
Razones como estas deberían animar a cualquier persona con sentido común a emprender lo que el propio O'Neill llama "el viaje desde la locura del 'más' hacia la sabiduría del 'bastante'". (No se me interprete mal: con "la locura del 'más'" no me quiero referir al proyecto político que está promoviendo Artur Mas actualmente. En esos asuntos no me meto...).

Entre tanto nuestros gobernantes, ya en precampaña, sacan pecho ante la supuestamente reencontrada senda del crecimiento. No nos cuentan, es cierto, que la mitad del crecimiento que está experimentando la economía española se explica simplemente por la caída de los precios del petróleo. Ni que la otra mitad, venga de donde venga, podría evaporarse en cualquier momento en una turbulencia financiera internacional como las que últimamente se inician en China. Pero por muy frágil que sea, está claro que el crecimiento vende electoralmente. O lo que es lo mismo: si nos lo prometen, estamos dispuestos a comprarlo con nuestros votos.

¿Pero por qué queremos crecimiento?¿Por qué unas sociedades que ya han alcanzado cotas de bienestar material jamás vistas en la historia se aferran a un crecimento ambientalmente insostenible, socialmente improductivo y que cada vez parece más difícil de alcanzar? Supongo que la respuesta tiene mucho que ver con que la única alternativa que conocemos es la recesión, y la recesión acarrea paro, recortes, aumento de la desigualdad y otros muchos males sociales que no son plato de gusto para nadie.

Pero claro, si el crecimiento no nos conviene y la alternativa conocida tampoco, ¿qué podemos hacer? Parece que lo más lógico es explorar otras alternativas. Y aunque la mayoría de políticos, politólogos, economistas, tertulianos, etc. siguen anclados en el paradigma del crecimiento, hay algunos investigadores que, por fortuna, están dedicándose a esa exploración. De momento, las otras alternativas van tomando forma alrededor de dos ideas: la economía de estado estacionario y el decrecimiento. La primera, desarrollada fundamentalmente por el economista ecológico Herman Daly, puede definirse como una economía en la que los principales flujos y existencias biofísicos son estables y se encuentran dentro de la capacidad de carga de los ecosistemas. La segunda, surgida en Francia como "la decroissance", se refiere a la reducción de la escala de la economía de manera socialmente equitativa, de modo que se logre tanto incrementar el bienestar humano como llevar el uso de materia y energía a niveles ecológicamente sostenibles. Seguramente ambos enfoques son complementarios.

O'Neill pertenece a esa minoría dedicada a explorar cómo podría ser la, digamos, senda del decrecimiento hacia la economía de estado estacionario. En un artículo reciente (O'Neill 2015) presenta un análisis que me parece un buen punto de partida: un diagnóstico de las economías actuales de 181 países que intenta responder a dos preguntas: (i) ¿cuán cerca están esas economías del estado estacionario y (ii) ¿son los países que están más próximos al estado estacionario mejores o peores para vivir?.

Aunque sólo sea por el planteamiento conceptual, el artículo ya merece la pena. El análisis se basa en 16 indicadores que se organizan en una escala desde medios primeros hasta fines últimos y que se dividen en dos grupos: la contabilidad biofísica intenta medir el uso de los medios y la contabilidad social intenta medir el progreso hacia los fines (ver figura 1).
Figura 1. Indicadores de la "contabilidad del decrecimiento", clasificados en contabilidad biofísica y contabilidad social y organizados en una escala de medios y fines. Fuente: O'Neill 2015

En relación con la contabilidad biofísica, una economía en la que los flujos y existencias permanecen más o menos constantes es una economía biofísicamente estable. Si, además, los flujos de materia y energía se mantienen dentro de los límites ecológicos, estamos ante una economía de estado estacionario. Y si, pasando a la contabilidad social, los niveles de calidad de vida de la población son altos, tenemos una economía de estado estacionario socialmente sostenible.

Para no extenderme demasiado no voy a entrar en detalles metodológicos, aunque me parecen interesantes. Sólo diré que el estudio se hace con datos correspondientes a los años 1997-2007, evitando evaluar los años de la crisis. En cuanto a los resultados, mi resumen es el siguiente:
  • 143 de las 181 economías estudiadas son biofísicamente crecientes. Sólo 22 se clasifican como biofísicamente estables. La economía mundial considerada en su conjunto es también biofísicamente creciente.
  • Las economías biofísicamente estables suelen tener mejores indicadores de bienestar humano, salud, igualdad, democracia y ausencia de pobreza y no puntúan peor en el resto de indicadores sociales. Esto permitiría desterrar la idea de que el crecimiento es necesario para el buen funcionamiento de una sociedad.
  • Las economías de mayor escala biofísica suelen puntuar claramente mejor en todos los indicadores de bienestar humano. Esto simplemente indica que en los países ricos generalmente se vive mejor.
  • De hecho, las economías biofísicamente estables suelen estar entre las que tienen mayor escala, y esa mayor escala está claramente por encima de los niveles ecológicamente sostenibles. Es decir: las economías en las que se vive bien están lejos de ser economías de estado estacionario. Parece que de momento sólo somos capaces de organizarnos para vivir bien cuando vivimos por encima de las posibilidades biofísicas de la Tierra

En definitiva, estamos lejos de la economía de estado estacionario socialmente sostenible. Como concluye el propio O'Neill: "si los siete mill millones de habitantes de la Tierra tienen que llevar una buena vida dentro de los límites ecológicos, entonces necesitamos ser mucho más eficientes en la transformación de recursos en bienestar humano".
Figura 2. Tasa de variación anual de huella ecológica (EF, % anual) frente a escala biofísica expresada como el ratio entre EF por persona y EF por persona medio global sostenible. Los colores indican cuatro categorías de satisfacción personal de la población según datos del World Database of Happiness. Fuente: O'Neill 2015. 

Fuentes:

Charla TEDx The Economics of Enough de Daniel O'Neill (YouTube).

Rockström, J; Steffen, WL; Noone, K; Persson, Å; Chapin III, FS; Lambin, EF; Lenton, TM; Scheffer, M et al. (2009), Planetary Boundaries: Exploring the Safe Operating Space for Humanity (PDF), Ecology and Society 14 (2): 32.
Las "fronteras planetarias" que hemos traspasado son el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la alteración del ciclo del nitrógeno.

O'Neill, D.W., The proximity of nations to a socially sustainable steady-state economy, Journal of Cleaner Production (2015), http://dx.doi.org/10.1016/j.jclepro.2015.07.116 (en prensa)

World Database of Happiness

lunes, 23 de noviembre de 2015

Gasolina vs diésel: respirar en un mundo lleno

El pasado 12 de noviembre el Ayuntamiento de Madrid aplicó por primera vez el "Protocolo para Episodios de Alta Contaminación" imponiendo ciertas restricciones al tráfico rodado. Es una interesante novedad: hasta ahora las acciones del citado consistorio para enfrentar los serios problemas de contaminación que padece la ciudad habían consistido en ignorarlos primero, reubicar las estaciones de control poco favorables después y, por último, elaborar un protocolo de actuación al final de la pasada legislatura, probablemente con la idea de pasarle el marrón de aplicarlo al siguiente equipo de gobierno. Y así está sucediendo: parece que el nuevo equipo de gobierno está dispuesto a coger el toro por los cuernos y se está tomando en serio el Protocolo elaborado por sus predecesores.

Admitámoslo: en Madrid bastan unos pocos días consecutivos de tiempo anticiclónico invernal para que la contaminación atmosférica se ponga en niveles que, además de incumplir la normativa, suponen un serio peligro para la salud de los que no tenemos más remedio que respirar aquí. Así que o cambian mucho las cosas o, mientras las autoridades municipales tengan a bien tomarse en serio el problema, la aplicación de medidas como las de estos últimos días se puede convertir en un ingrediente habitual del día a día de los madrileños. Pero ¿qué cosas tendrían que cambiar? Pues seguramente la forma en que nos movemos por la ciudad: la fuente principal de contaminación es el tráfico. De hecho, los contaminantes que suelen hacer saltar las alarmas son el NO2 (dióxido de nitrógeno) y las partículas en suspensión, y desde hace tiempo se sabe que los motores diésel son la principal fuente de estos contaminantes en las ciudades. Desde hace menos tiempo se sabe también que los emiten en cantidades mucho mayores que lo que nos querían hacer creer los fabricantes (Volkswagen el primero, pero probablemente no sólo Volkswagen).


De Madrid al cielo... Foto tomada de Crónica Norte

El problema no es sólo de Madrid sino que está bastante extendido por Europa. Según una información reciente en el diario El País, Barcelona lleva cinco años consecutivos superando el límite de anual de concentración de NO2 [1]. En el último balance anual de Airparif, la entidad que hace el seguimiento de la calidad del aire en el área metropolitana de París, se lee: "a pesar de unas condiciones meteorológicas muy favorables para la calidad del aire en 2014, más  de 2,3 millones de personas en Île de France siguen expuestas a niveles de contaminación que incumplen la normativa, sobre todo para partículas y NO2" [2]. En Londres, la contaminación del aire podría ser responsable de hasta 9.500 muertes prematuras al año según un estudio reciente centrado en dos contaminantes: NO2 y partículas [3].

Así que NO2 y partículas en suspensión son los contaminantes atmosféricos estrella en las ciudades europeas. Y esto señala a los vehículos diésel como principales responsables. A pesar de lo cual el diésel es muy popular en Europa. Después de 15 años de tendencia creciente, a partir de 2006 más de la mitad de los coches que se venden en la UE son de gasoil. La "dieselización" del parque automovilístico europeo es una anomalía cuando se compara con otras partes del mundo.
Penetración del diésel en la Unión Europea desde 1990, comparada con EE.UU. y Japón. Fuente: Cames y Helmers 2013.

¿Cuál es la causa del boom del diésel en Europa a partir de finales de los 1990s? Según varios análisis ([4], [5]) la razón principal es el apoyo institucional recibido de la Comisión Europea y los gobiernos nacionales Este apoyo forma parte de los esfuerzos para reducir las emisiones de CO2 de acuerdo con los compromisos adquiridos en la lucha contra el cambio climático (principalmente los acuerdos de Kioto). El apoyo se ha materializado en acuerdos con la industria, ventajas fiscales para el gasoil, menor exigencia en los límites de emisión de gases contaminantes para los vehículos diésel, etc.

Dejando a un lado las dudas existentes sobre si la "dieselización" de Europa ha contribuido realmente a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que es un hecho es que ha generado otro problema de calado. Al menos para muchos millones de personas que nos vemos abocados a respirar un aire perjudicial para nuestra salud. Conviene no subestimar el alcance de esta afirmación: en 2012 la Orgaización Mundial de la Salud clasificó los gases de escape de los motores diésel como cancerígenos de grupo 1. En la comunicación a la prensa se lee literalmente: "La evidencia científica ha sido convincente y la conclusión del grupo de trabajo ha sido unánime: los gases de escape de los motores diésel causan cáncer de pulmón en humanos"[6]. Vale que hace nada que los dictámenes de la OMS han sido objeto de numerosos chascarrillos a raíz del asunto de las carnes procesadas, pero no por ello creo que debamos pasarlos por alto.

A la vista de todo esto no parece que la "dieselización" del parque automovilístico europeo pueda calificarse de acierto. De hecho, se escuchan cada vez más voces sobre la conveniencia de rectificar de manera radical. Por ejemplo, en Francia el Primer Ministro Manuel Valls reconoció en noviembre de 2014 que la política de promoción del diesel fue un error y un mes después la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, prometió la prohibición de los vehículos diésel en París para 2020.[5]

Al margen de las críticas que se podrían armar sobre el modo de intervenir de las instituciones de gobierno europeas, a mí lo que me parece es que este no es más que otro ejemplo de problema de la economía del mundo lleno: cuando cambiamos la forma de hacer las cosas (promovemos la tecnología diésel) para intentar aliviar la presión sobre un recurso sobrexplotado (la capacidad del sistema climático para digerir nuestras emisiones de efecto invernadero) nos encontramos con que exacerbamos otro problema de sobreexplotación (la capcidad de la atmósfera como sumidero de gases contaminantes en las ciudades). Y esto es así porque el tamaño del sistema económico se ha hecho demasiado grande en relación con la base biofísica sobre la que se sustenta, es decir: este planeta. Ya no nos quedan yacimientos vírgenes o subexplotados a los que trasladar el exceso de presión sobre el medio que generan nuestras actividades. Así que no nos engañemos: la única solución efectiva es reducir la escala de la economía (reducir el uso del vehículo privado en las ciudades).

Sin embargo, el mantra de nuestra civilización insiste machaconamente en el crecimiento sin límites. Es un mantra que entonan a dos voces un coro de tecno-optimistas por un lado y economistas por otro. Los tecno-optimistas nos intentan convencer de que la tecnología puede encontrar soluciones para todo: "el ingenio humano no tiene límites". Nos cuentan como la recirculación de gases de escape, los filtros de partículas, la reducción catalítica selectiva, etc., pueden hacer que un coche diésel contamine poco más que una cafetera. Pero no nos cuentan que también complican el mantenimiento, reducen la supuesta eficiencia de combustible y además proporcionan oportunidades para trampear el sistema (y con el caso Volkswagen hemos aprendido que esto no es baladí). O nos cuentan que el coche eléctrico no contamina nada, sin hablarnos de los problemas que se pueden derivar de la fabricación, mantenimiento y desecho de baterías si se generaliza esa solución. Ni de dónde habría de salir toda la electricidad necesaria para moverlos.

Los economistas, por su parte, nos camelan con la idea, que parece central en su disciplina, de que el estado natural de una economía sana es crecer, y de que el crecimiento es el remedio que cura todos los males sociales. Es decir: cuantos más coches mejor. Y si en vez de más coches tenemos menos, eso es un síntoma "desolador" de que estamos en crisis. Así lo expresaba un economista de relieve (y de actualidad) como Luis Garicano hace año y medio en una cita que ya utilicé en un artículo anterior de este blog:   

"Marzo ha sido un mes desolador para la eurozona, incluida España. Esta semana hemos sabido que las matriculaciones de vehículos del primer trimestre cayeron un 13% en Alemania, un 12% en España y un 10% en Europa, comparadas con el primer trimestre del año pasado. [...]"[7]

Y así vamos...

Fuentes:

[1] http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/11/13/catalunya/1447440766_126235.html

[2] http://www.airparif.asso.fr/etat-air/bilan-annuel

[3] http://www.theguardian.com/environment/2015/jul/15/nearly-9500-people-die-each-year-in-london-because-of-air-pollution-study

[4] Cames, M. y E. Helmers, 2013: Critical evaluation of the European diesel car boom - global comparison, environmental effects and various national strategies. Environmental Sciences Europe 2013, 25:15

[5] http://www.ft.com/intl/cms/s/0/627c6812-7faf-11e4-adff-00144feabdc0.html#axzz3QLLX1c7K

[6] IARC Press release 213, 12 de Junio 2012

[7] Luis Garicano, Esperando a Godot-Draghi, El País, 21 de abril de 2013

La foto está tomada de Crónica Norte