jueves, 3 de diciembre de 2015

Estamos cerca de una economía sostenible?

El Dr. Daniel W. O'Neill comienza una muy interesante charla TEDx dando tres razones para cuestionar la deseabilidad del crecimiento económico:
  • Razón ambiental: el crecimiento continuado dentro de un sistema finito como nuestro planeta es imposible. Lo ilustra citando un estudio ya clásico (Rockström y Steffen 2009) encaminado a definir un "espacio seguro para el funcionamiento de la humanidad" y según el cual ya hemos traspasado claramente 3 de las 8 fronteras planetarias que delimitan dicho espacio. 
  • Razón social: el crecimiento no da la felicidad. En las economías avanzadas, el nivel de satisfacción personal o de felicidad percibida que muestran los abundantes datos disponibles no ha aumentado nada en las últimas décadas a pesar del continuado crecimiento económico registrado.
  • Razón práctica: desde una perspectiva histórica, el crecimiento económico es una excepción de unas cuantas décadas y de una pocas sociedades. Y dichas sociedades enfrentan unos cambios estructurales que hacen difícil pensar que la excepción se pueda convertir en norma: envejecimiento de la población, deuda, rendimientos decrecientes en el impacto de la innovación (en este artículo de este mismo blog comento esto con un poco más de detalle). 
Razones como estas deberían animar a cualquier persona con sentido común a emprender lo que el propio O'Neill llama "el viaje desde la locura del 'más' hacia la sabiduría del 'bastante'". (No se me interprete mal: con "la locura del 'más'" no me quiero referir al proyecto político que está promoviendo Artur Mas actualmente. En esos asuntos no me meto...).

Entre tanto nuestros gobernantes, ya en precampaña, sacan pecho ante la supuestamente reencontrada senda del crecimiento. No nos cuentan, es cierto, que la mitad del crecimiento que está experimentando la economía española se explica simplemente por la caída de los precios del petróleo. Ni que la otra mitad, venga de donde venga, podría evaporarse en cualquier momento en una turbulencia financiera internacional como las que últimamente se inician en China. Pero por muy frágil que sea, está claro que el crecimiento vende electoralmente. O lo que es lo mismo: si nos lo prometen, estamos dispuestos a comprarlo con nuestros votos.

¿Pero por qué queremos crecimiento?¿Por qué unas sociedades que ya han alcanzado cotas de bienestar material jamás vistas en la historia se aferran a un crecimento ambientalmente insostenible, socialmente improductivo y que cada vez parece más difícil de alcanzar? Supongo que la respuesta tiene mucho que ver con que la única alternativa que conocemos es la recesión, y la recesión acarrea paro, recortes, aumento de la desigualdad y otros muchos males sociales que no son plato de gusto para nadie.

Pero claro, si el crecimiento no nos conviene y la alternativa conocida tampoco, ¿qué podemos hacer? Parece que lo más lógico es explorar otras alternativas. Y aunque la mayoría de políticos, politólogos, economistas, tertulianos, etc. siguen anclados en el paradigma del crecimiento, hay algunos investigadores que, por fortuna, están dedicándose a esa exploración. De momento, las otras alternativas van tomando forma alrededor de dos ideas: la economía de estado estacionario y el decrecimiento. La primera, desarrollada fundamentalmente por el economista ecológico Herman Daly, puede definirse como una economía en la que los principales flujos y existencias biofísicos son estables y se encuentran dentro de la capacidad de carga de los ecosistemas. La segunda, surgida en Francia como "la decroissance", se refiere a la reducción de la escala de la economía de manera socialmente equitativa, de modo que se logre tanto incrementar el bienestar humano como llevar el uso de materia y energía a niveles ecológicamente sostenibles. Seguramente ambos enfoques son complementarios.

O'Neill pertenece a esa minoría dedicada a explorar cómo podría ser la, digamos, senda del decrecimiento hacia la economía de estado estacionario. En un artículo reciente (O'Neill 2015) presenta un análisis que me parece un buen punto de partida: un diagnóstico de las economías actuales de 181 países que intenta responder a dos preguntas: (i) ¿cuán cerca están esas economías del estado estacionario y (ii) ¿son los países que están más próximos al estado estacionario mejores o peores para vivir?.

Aunque sólo sea por el planteamiento conceptual, el artículo ya merece la pena. El análisis se basa en 16 indicadores que se organizan en una escala desde medios primeros hasta fines últimos y que se dividen en dos grupos: la contabilidad biofísica intenta medir el uso de los medios y la contabilidad social intenta medir el progreso hacia los fines (ver figura 1).
Figura 1. Indicadores de la "contabilidad del decrecimiento", clasificados en contabilidad biofísica y contabilidad social y organizados en una escala de medios y fines. Fuente: O'Neill 2015

En relación con la contabilidad biofísica, una economía en la que los flujos y existencias permanecen más o menos constantes es una economía biofísicamente estable. Si, además, los flujos de materia y energía se mantienen dentro de los límites ecológicos, estamos ante una economía de estado estacionario. Y si, pasando a la contabilidad social, los niveles de calidad de vida de la población son altos, tenemos una economía de estado estacionario socialmente sostenible.

Para no extenderme demasiado no voy a entrar en detalles metodológicos, aunque me parecen interesantes. Sólo diré que el estudio se hace con datos correspondientes a los años 1997-2007, evitando evaluar los años de la crisis. En cuanto a los resultados, mi resumen es el siguiente:
  • 143 de las 181 economías estudiadas son biofísicamente crecientes. Sólo 22 se clasifican como biofísicamente estables. La economía mundial considerada en su conjunto es también biofísicamente creciente.
  • Las economías biofísicamente estables suelen tener mejores indicadores de bienestar humano, salud, igualdad, democracia y ausencia de pobreza y no puntúan peor en el resto de indicadores sociales. Esto permitiría desterrar la idea de que el crecimiento es necesario para el buen funcionamiento de una sociedad.
  • Las economías de mayor escala biofísica suelen puntuar claramente mejor en todos los indicadores de bienestar humano. Esto simplemente indica que en los países ricos generalmente se vive mejor.
  • De hecho, las economías biofísicamente estables suelen estar entre las que tienen mayor escala, y esa mayor escala está claramente por encima de los niveles ecológicamente sostenibles. Es decir: las economías en las que se vive bien están lejos de ser economías de estado estacionario. Parece que de momento sólo somos capaces de organizarnos para vivir bien cuando vivimos por encima de las posibilidades biofísicas de la Tierra

En definitiva, estamos lejos de la economía de estado estacionario socialmente sostenible. Como concluye el propio O'Neill: "si los siete mill millones de habitantes de la Tierra tienen que llevar una buena vida dentro de los límites ecológicos, entonces necesitamos ser mucho más eficientes en la transformación de recursos en bienestar humano".
Figura 2. Tasa de variación anual de huella ecológica (EF, % anual) frente a escala biofísica expresada como el ratio entre EF por persona y EF por persona medio global sostenible. Los colores indican cuatro categorías de satisfacción personal de la población según datos del World Database of Happiness. Fuente: O'Neill 2015. 

Fuentes:

Charla TEDx The Economics of Enough de Daniel O'Neill (YouTube).

Rockström, J; Steffen, WL; Noone, K; Persson, Å; Chapin III, FS; Lambin, EF; Lenton, TM; Scheffer, M et al. (2009), Planetary Boundaries: Exploring the Safe Operating Space for Humanity (PDF), Ecology and Society 14 (2): 32.
Las "fronteras planetarias" que hemos traspasado son el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la alteración del ciclo del nitrógeno.

O'Neill, D.W., The proximity of nations to a socially sustainable steady-state economy, Journal of Cleaner Production (2015), http://dx.doi.org/10.1016/j.jclepro.2015.07.116 (en prensa)

World Database of Happiness

2 comentarios:

  1. Muy buen e ingente trabajo, gracias por recoger toda esta información y mostrarla tan claramente.
    Me pregunto no obstante cómo puede una sociedad dejar de crecer económicamente sin negar a la vez las aspiraciones de muchos individuos a tener una vida mejor para ellos y/o sus descendientes. Si la respuesta es mediante una redistribución de la riqueza, entonces entramos en conflictos político-sociales que pueden ser tan complejos o más.
    Recomiendo en este sentido la lectura de Michael Spence (La convergencia inevitable: El futuro del crecimiento económico en un mundo a varias velocidades).

    Saludos

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    1. Muchas gracias, Juan, por tu comentario y por tu recomendación de lectura, de la que tomo buena nota.
      Tu reflexión me parece muy interesante. Vivir mejor sin crecer, o incluso decreciendo, es lo que persiguen los partidarios del decrecimiento. No creo que tengamos la fórmula aún. Pero lo que si está bastante claro es que vivir mejor creciendo al modo al que estamos acostumbrados tampoco va a ser posible.
      De todos modos, creo que pueden ser convenientes dos matizaciones:
      - Cuando habla de la "locura del más" y del crecimiento no deseable, O'Neill se refiere sobre todo a las sociedades desarrolladas. Significativamente, en la figura que reproduzco aquí como figura 2, el cuadrante inferior derecho representa el ámbito del "crecimiento deseable": economías poco desarrolladas que están creciendo y cuya escala biofísica está todavía por debajo de lo que les corresponde en un reparto equitativo de los recursos de la Tierra.
      - El crecimiento del que habla O'Neill se refiere siempre a la escala biofísica de la economía: consumo de recursos naturales, vertido de contaminantes al medio. Si logramos producir más bienes y servicios con la misma presión sobre el medio biofísico, la economía crece sin que crezca su escala biofísica. Hay margen para lograr esto y tendremos que aprovecharlo. Aunque a mí me parece que la confianza en las posibilidades de desmaterializar la economía (y en cómo se puede lograr dentro del "business as usual") es, en general, excesiva.

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