martes, 23 de julio de 2013

La revolución energética de Iván Martén

Iván Martén, uno de los 25 consultores más influyentes de este año según el ranking de la revista Consulting, decía en una conferencia pronunciada en el 9th Annual Global Energy Summit (noviembre de 2012) que el desafío para el suministro de energía del futuro consiste en lograr el equilibrio entre tres objetivos dispares: coste, disponibilidad y sostenibilidad. Y a continuación hablaba de la "revolución energética" que necesariamente ha de producirse para alcanzar este equilibrio  Si esta revolución energética no llega no habrá manera de satisfacer la demanda creciente de de una economía global creciente. Y yo creo que es verdad: la economía, aunque podemos definirla de maneras mucho más glamurosas, consiste básicamente en transformar o mover cosas, información o personas y nada de esto puede hacerse si no es consumiendo energía primaria.

Tal como yo lo veo, la situación actual es el resultado de una revolución energética anterior y muy distinta: la que nos permitió, en la segunda mitad del siglo XX, quintuplicar el consumo de energía primaria y casi triplicar el consumo de energía primaria por habitante. Sin ese enorme "crecimiento energético" el crecimiento económico experimentado en estas últimas décadas habría sido imposible.
Gráfico 1. Evolución de consumo global de energía primaria desglosado por fuentes.

Durante todas esas décadas de milagro energético y económico no hubo mucha preocupación por conciliar coste, disponibilidad y sostenibilidad de la energía. ¿Por qué? Pues porque durante esas décadas tuvimos a nuestra disposición unas fuentes de energía baratas y abundantes y en apariencia sostenibes: los combustibles fósiles. Como se ve en el gráfico anterior, el carbón pero sobre todo el petróleo y el gas natural son los protagonistas indiscutibles del boom energético de la segunda mitad del siglo XX. Y, en efecto, salvo crisis esporádicas, el precio de estos combustibles se mantuvo en niveles más que asequibles durante esas décadas, la disponibilidad estaba asegurada por una tasa de descubrimientos que superaban claramente el consumo y, aunque algunos visionarios lo anticiparan ya desde los años 1970, los efectos sobre el clima que podían derivarse de las emisiones masivas de CO2 no preocupaban en absoluto.

Pero nos guste o no, este escenario de cornucopia energética se está esfumando rápidamente. La energía de los combustibles fósiles ya no es barata: basta con ir a la gasolinera a llenar el depósito o, por tener una perspectiva más general, con echar un vistazo a la evolución del precio del petróleo durante las últimas décadas. Tampoco es ya abundante, al menos en relación con las necesidades enormes de nuestra civilización: desde 2005 la producción global de petróleo apenas ha aumentado, y los magros incrementos han sido a base de explotar con esfuerzo creciente yacimientos de calidad decreciente. Y, desde luego, en sostenibilidad suspende estrepitosamente: sabemos sin asomo de duda que el consumo masivo de combustibles fósiles está alterando la composición de la atmósfera y también, sin margen para la duda razonable, que eso está causando alteraciones potencialmente devastadoras en el sistema climático.

Gráfico 2. Evolución estimada de la concentración de CO2 atmosférico desde 1700.


Y aquí es donde nos encontramos ahora. Tenemos una economía de proporciones históricas sirviendo, mejor o peor según los casos, a una población también de proporciones históricas (ver gráfico 3). Es decir, estamos transformando y moviendo cantidades enormes de cosas, información y personas. Y todo este tinglado lo hemos edificado sobre la base de unas fuentes de energía baratas, abundantes y sostenibles que ya no son ninguna de las tres cosas. Tiene razón el señor Martén: necesitamos una revolución energética.


Gráfico 3. Evolución histórica de la población mundial. Fuente: Earth Web Site.

¿Lograremos tal revolución? ¿Alcanzaremos un equilibrio entre disponibilidad, coste y sostenibilidad que nos permita seguir atendiendo las necesidades de una población creciente que aspira a un nivel de vida creciente?. Iván Martén nos propone un ejemplo positivo: el reciente boom del gas de esquisto (shale gas) en Estados Unidos. En efecto, una innovación tecnológica, la fractura hidráulica o fracking, ha hecho accesibles enormes yacimientos de gas natural antes inviables. Como resultado, la producción de gas natural en Estados Unidos ha crecido enormemente en los últimos años. Además, el precio que los consumidores estadounidenses pagan por el gas natural no ha dejado de bajar en esos mismos años. Y, finalmente, el gas natural es un combustible mucho más limpio que el carbón, al que está remplazando en sectores como el de la generación de electricidad. Es decir: disponibilidad, coste y sostenibilidad en equilibrio, al servicio de los afortunados ciudadanos de Estados Unidos, todo ello gracias a la inagotable capacidad de innovación del ser humano.

Pues bien, aquí es donde a mí me entra el desasosiego. Porque me parece que en el relato de Iván Martén sobre el boom del shale gas faltan unas cuantas cosas relevantes. Por ejemplo: los pozos explotados mediante fracking tienen una tasa de agotamiento altísima, en general entre el 40% y el 60% anual. Así pues, aunque el subsuelo de Estados Unidos aloje cantidades enormes de gas natural atrapado en los poros de rocas esquistosas, extraerlos a buen ritmo exige mantener el frenesí perforador de los últimos años. La disponibilidad, pues, queda un tanto en entredicho. Esto, naturalmente, incide en el coste. Es cierto que en 2012 (ya no) los consumidores estadounidenses pagaban por el gas natural los precios más bajos de la última década pero no está nada claro que estos precios hayan sido realistas. Parece más bien que las restricciones del gobierno federal a la exportación, el déficit de infraestructuras para realizarla y los incentivos gubernamentales a la producción de shale gas propiciaron un exceso de oferta que desplomó los precios, que en los últimos meses se están recuperando. Los productores, mientras tanto, han estado "perdiendo hasta la camisa", según declaró hace poco más de un año Rex Tillerson, CEO de Exxon Mobil (bueno, de acuerdo, tal vez de forma interesada).

Y nos queda la sostenibilidad. Aquí las omisiones en el relato de Martén son clamorosas. En primer lugar, el gas natural es, como el carbón, un combustible fósil así que su uso a gran escala supone inevitablemente emisiones de CO2 a gran escala, aunque sean menores que las del carbón al que se supone que está sustituyendo. Aunque tal sustitución, desde un punto de vista global, no está tan clara: el carbón de Estados Unidos se sigue extrayendo, pero ahora se exporta a China, donde no tienen ningún reparo en usarlo, también masivamente, para producir electricidad. Más aún, según un artículo publicado en Nature en enero de este año, varios estudios señalan que las pérdidas de metano que conlleva la extracción de gas de esquisto mediante fracking contribuyen al efecto invernadero más que el CO2 que se deja de emitir por sustitución del carbón en la generación de electricidad. Y no olvidemos que la producción de combustibles no convencionales tiene un rendimiento en energía neta mucho menor que la de los convencionales y esto también contrarresta de forma significativa el supuesto beneficio ambiental frente al carbón. Por otra parte, todo esto se refiere sólo a las emisiones de CO2, pero tampoco podemos pasar por alto que existen dudas fundamentadas sobre los riesgos de contaminación de acuíferos que reviste la tecnología de fracking.

Creo que el diagnóstico de Iván Martén es correcto: nuestra civilización tiene por delante un reto tremendo relacionado con la energía. También creo que acierta en el tratamiento: desarrollo de las renovables y mayor eficiencia energética (lo cierto es que por el momento no tenemos muchas más opciones). Pero en el pronóstico, a juzgar por su valoración del "éxito" del gas de esquisto en Estados Unidos, percibo ese exceso de confianza según el cual podemos esperar que los avances tecnológicos nos saquen de esta sin tener que renunciar a nada de nuestro modo de vida ni a su propagación entre los miles de millones que todavía no lo disfrutan. Llámenme pesimista pero dado que nuestro modo de vida sólo se sostiene si la economía crece de forma continuada, a mí me parece mucho más realista un pronóstico reservado.

Fuentes:

La conferencia de Iván Martén está aquí:
http://www.youtube.com/watch?v=2PmU0a5rXWw

El gráfico de consumo de energía primaria está en un artículo del blog The Oil Drum aquí:
http://www.theoildrum.com/node/8936

El gráfico de concentración de CO2 se a tomado de la web The Keeling Curve:
http://keelingcurve.ucsd.edu/

La dirección de Earth Web Site, de donde se ha obtenido el gráfico de población mundial, es:
http://www.theglobaleducationproject.org/earth/index.php

La cita de Rex Tillerson está tomada de aquí:
http://www.marketwatch.com/story/exxon-ceolosing-our-shirts-on-natural-gas-price-2012-06-27 

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