¿Qué le pasa a una economía cuando un recurso se hace escaso? Esta es la respuesta que suelen dar los economistas:
"Cuando se produzca una escasez en un recurso, subirá gradualmente el precio de la materia prima correspondiente y como consecuencia (a) se generarán sustitutos, (b) se usará menos de esa materia prima por incrementos de eficiencia y (c) se encontrarán nuevas fuentes de materia prima, no accesibles al precio anterior".
Y seguramente es una respuesta acertada. El problema surge, o al menos yo así lo veo, cuando se utiliza para para refutar la posibilidad de que el agotamiento de los recursos naturales pueda limitar el crecimiento económico. Esto sucede con frecuencia. En general, el economista de turno te suelta el "abecé" y se queda tan ancho, convencido de que, como él, tú también te percatas del corolario inmediato: (d) colorín colorado, la escasez se ha terminado. Si, como me sucede a mí, uno percibe claramente que de ninguna manera (d) se infiere lógicamente de (a), (b) y (c), el resultado es, fácilmente, quedarse pasmado. Tan pasmado como si un médico nos diera una explicación sencilla de cómo funciona el sistema inmunitario y a continuación añadiera que, en consecuencia, no debemos preocuparnos por los procesos infecciosos. - Pero doctor, la herida tiene muy mal aspecto y el paciente está delirando de fiebre... - Nada, nada, será la mala alimentación...
Una de las últimas veces que he encontrado el abecé de los recursos escasos empleado de ese modo por un economista de prestigio fue en un artículo de Luis Garicano en el blog Nada es Gratis (de ahí he transcrito la versión del abecé citada). Luis Garicano me viene bien por esta otra cita que tomo de un artículo suyo publicado en El País el día 21 pasado:
"Marzo ha sido un mes desolador para la eurozona, incluida España. Esta semana hemos sabido que las matriculaciones de vehículos del primer trimestre cayeron un 13% en Alemania, un 12% en España y un 10% en Europa, comparadas con el primer trimestre del año pasado. [...]"
Las afirmaciones como esta también me dejan pasmado. En España, que yo sepa, casi nada o casi nadie deja de ser transportado por falta de vehículos. En algunas regiones, como Madrid, donde vivo, las calles y autovías están atestadas de vehículos casi a todas horas de manera que el transporte muchas veces se ve entorpecido por exceso de vehículos. El tráfico es, de hecho, una de las principales causas de un problema serio de contaminación del aire que ya afecta de forma palpable a la salud de los madrileños. En definitiva: no necesitamos más vehículos. En estas condiciones, ¿por qué es una mala noticia (incluso desoladora) que las matriculaciones del trimestre hayan sido sólo el 88% de las que hubo hace un año?. Me parece que la respuesta es tan clara como reveladora: la economía tiene que crecer. Que sea a base de producir los bienes y servicios que nos facilitan una vida más confortable, o a base de producir vehículos que no necesitamos o nuevas variedades de comida basura o minas antipersonal, parece irrelevante.
A mí esta incapacidad para funcionar si no es creciendo a costa de lo que sea me parece una enfermedad de nuestro sistema económico y, en tal caso, la mayoría de los economistas se estarían comportando como el médico del chascarrillo anterior: ignorándola más o menos deliberadamente. Tal vez influya en esto el hecho de que las ciencias económicas no disponen de ninguna clase de "antibióticos" para esta supuesta enfermedad, así que reconocerla llevaría consigo admitir la incapacidad para tratarla. Como ya he apuntado en otro sitio, me parece plausible explicar esta carencia considerando que las ciencias económicas se han desarrollado durante un periodo de la historia que ha conocido un crecimiento económico sin precedentes. De este modo, las ciencias económicas resultantes son, en realidad, las ciencias de la economía en crecimiento. Un crecimiento que, además, ha permitido a unas cuantas sociedades alcanzar unos niveles de prosperidad también desconocidos hasta el momento, con lo cual resulta difícil no concebirlo como algo intrínsecamente bueno.
Afortunadamente todos los médicos reconocen y saben tratar las enfermedades infecciosas y afortunadamente algunos economistas se dan perfecta cuenta de la finitud de los recursos y los límites del crecimiento. Luis Garicano me viene bien otra vez porque es profesor en la prestigiosa London School of Economics, y esto me da pie a introducir el Grantham Research Institute on Climate Change and the Environment, un centro de investigación adscrito a dicha institución. El centro lleva el nombre de su fundador y patrocinador principal, Jeremy Grantham, un profesional de la economía curtido durante décadas en la gestión de inversiones (actividad con la que, además, se ha hecho rico) y que se ha ganado cierta reputación por su capacidad para anticipar burbujas financieras. Desde hace más de una década, sin embargo, la crisis venidera que le preocupa de verdad no es financiera sino ambiental: la crisis del clima y los recursos naturales. De ahí que esté comprometiendo buena parte de su patrimonio personal patrocinando fundaciones como el Grantham Research Institute de la LSE. Un reciente artículo sobre él aparecido en The Guardian (12 de abril) cita una declaración suya que creo que sirve muy bien para hacerse una idea de su posicionamiento:
"El capitalismo hace millones de cosas mejor que sus alternativas. Equilibra la oferta y la demanda de una manera elegante a la que la planificación centralizada no ha llegado siquiera a aproximarse. Sin embargo, está completamente mal equipado para tratar con un pequeño puñado de asuntos. Por desgracia, se trata de los asuntos que son absolutamente centrales para nuestro bienestar a largo plazo e incluso nuestra supervivencia" (mi traducción)
Pues bien, el motivo de traer a colación a Jeremy Grantham es un profuso artículo suyo que se publicó ahora hace dos años, significativamente titulado Time to Wake Up: Days of Abundant Resources and Falling Prices Are Over Forever (Hora de despertar: los días de recursos abundantes y precios a la baja se han acabado para siempre). Escrito con el enfoque de un profesional de las inversiones en materias primas, nos pinta un panorama sobre la escasez de recursos bastante distinto de la de los optimistas del abecé. Efectivamente, cuando un recurso escasea su precio sube, y según el análisis de Grantham, la escasez es la razón principal del reciente cambio de tendencia en el precio de casi todas las materias primas esenciales. Lo ilustra el gráfico siguiente, extraído de su artículo. Al parecer, el resultado de una tendencia secular a la baja en los precios propiciada por la mejora progresiva de la productividad se habría esfumado en poco más de una década debido, con toda probabilidad, a la presión combinada de una demanda creciente (la población mundial se ha doblado en menos de 50 años) y una disponibilidad en general decreciente.
Tomado de Grantham, Time to Wake Up...
El artículo pasa revista a varios de los recursos sometidos a esta presión: petróleo, metales y productos agrícolas. Sobre el petróleo he hablado ya mucho en otros artículos de este blog y el problema de los productos agrícolas merecería unos cuantos más. En cuanto a los metales, reproduzco otro gráfico que me parece muy ilustrativo. La riqueza media del mineral de cobre que se explota ha bajado de un 0,77% a un 0,55% en 15 años. Es decir, para obtener el cobre que rendían 100 tonelada de mineral en 1995 ahora es necesario extraer y procesar 140 toneladas. Y esto hay que hacerlo en un contexto de precios energéticos mucho más altos. El precio del cobre está sujeto, sin duda, a movimientos especulativos, pero al margen de estos el coste real, la cantidad de recursos que tenemos que destinar a obtener cada tonelada de cobre, es hoy mucho mayor que hace 15 años.
Tomado de Grantham, Time to Wake Up...
Con el análisis de Grantham en la mano es difícil descartar la posibilidad de que estemos entrando en una época de escasez general de recursos, especialmente en términos relativos a la demanda de una población creciente que aspira a un nivel de vida creciente (o, en el caso de cientos de millones de personas, simplemente a salir de la miseria). Pues bien, efectivamente si los recursos escasean el precio de las materias primas subirá y entonces (a) se generarán sustitutos, (b) se incrementará la eficiencia y (c) se encontrarán nuevas fuentes. Pero si la escasez afecta de forma simultánea a varios recursos esenciales, algunos tan esenciales como el petróleo, me temo que además de (a), (b) y (c) también tendremos cosas como (d) se matricularán menos vehículos y (e) se producirán otras muchas noticias desoladoras para la economía.
Y en tanto los economistas no sean capaces de abandonar el paradigma terraplanista de los recursos ilimitados (o, al menos, no limitantes), me temo también que no van a ser capaces de ayudarnos a salir del atolladero. Los terraplanistas de la LSE bien podrían darse una vuelta de vez en cuando por el Grantham Research Institute para intercambiar impresiones, a ver si así les llega su hora de despertar.
Fuentes:
Artículo de Luis Garicano en Nada es Gratis, de 18-11-2012:
http://www.fedeablogs.net/economia/?p=26234
Artículo de Luis Garicano en El País, de 21-04-2013, titulado Esperando a Godot-Draghi:
http://economia.elpais.com/economia/2013/04/19/actualidad/1366365953_382283.html
El artículo sobre Jeremy Grantham en The Guardian, 12 de abril de 2013:
http://www.guardian.co.uk/environment/2013/apr/12/jeremy-grantham-environmental-philanthropist-interview?INTCMP=SRCH
El artículo de Jeremy Grantham Time to wake up ... (29 de abril de 2011) puede encontrarse en Resilience y en The Oil Drum:
http://www.resilience.org/stories/2011-04-29/time-wake-days-abundant-resources-and-falling-prices-are-over-forever
http://www.theoildrum.com/node/7853
"Cuando se produzca una escasez en un recurso, subirá gradualmente el precio de la materia prima correspondiente y como consecuencia (a) se generarán sustitutos, (b) se usará menos de esa materia prima por incrementos de eficiencia y (c) se encontrarán nuevas fuentes de materia prima, no accesibles al precio anterior".
Y seguramente es una respuesta acertada. El problema surge, o al menos yo así lo veo, cuando se utiliza para para refutar la posibilidad de que el agotamiento de los recursos naturales pueda limitar el crecimiento económico. Esto sucede con frecuencia. En general, el economista de turno te suelta el "abecé" y se queda tan ancho, convencido de que, como él, tú también te percatas del corolario inmediato: (d) colorín colorado, la escasez se ha terminado. Si, como me sucede a mí, uno percibe claramente que de ninguna manera (d) se infiere lógicamente de (a), (b) y (c), el resultado es, fácilmente, quedarse pasmado. Tan pasmado como si un médico nos diera una explicación sencilla de cómo funciona el sistema inmunitario y a continuación añadiera que, en consecuencia, no debemos preocuparnos por los procesos infecciosos. - Pero doctor, la herida tiene muy mal aspecto y el paciente está delirando de fiebre... - Nada, nada, será la mala alimentación...
Una de las últimas veces que he encontrado el abecé de los recursos escasos empleado de ese modo por un economista de prestigio fue en un artículo de Luis Garicano en el blog Nada es Gratis (de ahí he transcrito la versión del abecé citada). Luis Garicano me viene bien por esta otra cita que tomo de un artículo suyo publicado en El País el día 21 pasado:
"Marzo ha sido un mes desolador para la eurozona, incluida España. Esta semana hemos sabido que las matriculaciones de vehículos del primer trimestre cayeron un 13% en Alemania, un 12% en España y un 10% en Europa, comparadas con el primer trimestre del año pasado. [...]"
Las afirmaciones como esta también me dejan pasmado. En España, que yo sepa, casi nada o casi nadie deja de ser transportado por falta de vehículos. En algunas regiones, como Madrid, donde vivo, las calles y autovías están atestadas de vehículos casi a todas horas de manera que el transporte muchas veces se ve entorpecido por exceso de vehículos. El tráfico es, de hecho, una de las principales causas de un problema serio de contaminación del aire que ya afecta de forma palpable a la salud de los madrileños. En definitiva: no necesitamos más vehículos. En estas condiciones, ¿por qué es una mala noticia (incluso desoladora) que las matriculaciones del trimestre hayan sido sólo el 88% de las que hubo hace un año?. Me parece que la respuesta es tan clara como reveladora: la economía tiene que crecer. Que sea a base de producir los bienes y servicios que nos facilitan una vida más confortable, o a base de producir vehículos que no necesitamos o nuevas variedades de comida basura o minas antipersonal, parece irrelevante.
A mí esta incapacidad para funcionar si no es creciendo a costa de lo que sea me parece una enfermedad de nuestro sistema económico y, en tal caso, la mayoría de los economistas se estarían comportando como el médico del chascarrillo anterior: ignorándola más o menos deliberadamente. Tal vez influya en esto el hecho de que las ciencias económicas no disponen de ninguna clase de "antibióticos" para esta supuesta enfermedad, así que reconocerla llevaría consigo admitir la incapacidad para tratarla. Como ya he apuntado en otro sitio, me parece plausible explicar esta carencia considerando que las ciencias económicas se han desarrollado durante un periodo de la historia que ha conocido un crecimiento económico sin precedentes. De este modo, las ciencias económicas resultantes son, en realidad, las ciencias de la economía en crecimiento. Un crecimiento que, además, ha permitido a unas cuantas sociedades alcanzar unos niveles de prosperidad también desconocidos hasta el momento, con lo cual resulta difícil no concebirlo como algo intrínsecamente bueno.
Afortunadamente todos los médicos reconocen y saben tratar las enfermedades infecciosas y afortunadamente algunos economistas se dan perfecta cuenta de la finitud de los recursos y los límites del crecimiento. Luis Garicano me viene bien otra vez porque es profesor en la prestigiosa London School of Economics, y esto me da pie a introducir el Grantham Research Institute on Climate Change and the Environment, un centro de investigación adscrito a dicha institución. El centro lleva el nombre de su fundador y patrocinador principal, Jeremy Grantham, un profesional de la economía curtido durante décadas en la gestión de inversiones (actividad con la que, además, se ha hecho rico) y que se ha ganado cierta reputación por su capacidad para anticipar burbujas financieras. Desde hace más de una década, sin embargo, la crisis venidera que le preocupa de verdad no es financiera sino ambiental: la crisis del clima y los recursos naturales. De ahí que esté comprometiendo buena parte de su patrimonio personal patrocinando fundaciones como el Grantham Research Institute de la LSE. Un reciente artículo sobre él aparecido en The Guardian (12 de abril) cita una declaración suya que creo que sirve muy bien para hacerse una idea de su posicionamiento:
"El capitalismo hace millones de cosas mejor que sus alternativas. Equilibra la oferta y la demanda de una manera elegante a la que la planificación centralizada no ha llegado siquiera a aproximarse. Sin embargo, está completamente mal equipado para tratar con un pequeño puñado de asuntos. Por desgracia, se trata de los asuntos que son absolutamente centrales para nuestro bienestar a largo plazo e incluso nuestra supervivencia" (mi traducción)
Pues bien, el motivo de traer a colación a Jeremy Grantham es un profuso artículo suyo que se publicó ahora hace dos años, significativamente titulado Time to Wake Up: Days of Abundant Resources and Falling Prices Are Over Forever (Hora de despertar: los días de recursos abundantes y precios a la baja se han acabado para siempre). Escrito con el enfoque de un profesional de las inversiones en materias primas, nos pinta un panorama sobre la escasez de recursos bastante distinto de la de los optimistas del abecé. Efectivamente, cuando un recurso escasea su precio sube, y según el análisis de Grantham, la escasez es la razón principal del reciente cambio de tendencia en el precio de casi todas las materias primas esenciales. Lo ilustra el gráfico siguiente, extraído de su artículo. Al parecer, el resultado de una tendencia secular a la baja en los precios propiciada por la mejora progresiva de la productividad se habría esfumado en poco más de una década debido, con toda probabilidad, a la presión combinada de una demanda creciente (la población mundial se ha doblado en menos de 50 años) y una disponibilidad en general decreciente.
Tomado de Grantham, Time to Wake Up...
El artículo pasa revista a varios de los recursos sometidos a esta presión: petróleo, metales y productos agrícolas. Sobre el petróleo he hablado ya mucho en otros artículos de este blog y el problema de los productos agrícolas merecería unos cuantos más. En cuanto a los metales, reproduzco otro gráfico que me parece muy ilustrativo. La riqueza media del mineral de cobre que se explota ha bajado de un 0,77% a un 0,55% en 15 años. Es decir, para obtener el cobre que rendían 100 tonelada de mineral en 1995 ahora es necesario extraer y procesar 140 toneladas. Y esto hay que hacerlo en un contexto de precios energéticos mucho más altos. El precio del cobre está sujeto, sin duda, a movimientos especulativos, pero al margen de estos el coste real, la cantidad de recursos que tenemos que destinar a obtener cada tonelada de cobre, es hoy mucho mayor que hace 15 años.
Tomado de Grantham, Time to Wake Up...
Con el análisis de Grantham en la mano es difícil descartar la posibilidad de que estemos entrando en una época de escasez general de recursos, especialmente en términos relativos a la demanda de una población creciente que aspira a un nivel de vida creciente (o, en el caso de cientos de millones de personas, simplemente a salir de la miseria). Pues bien, efectivamente si los recursos escasean el precio de las materias primas subirá y entonces (a) se generarán sustitutos, (b) se incrementará la eficiencia y (c) se encontrarán nuevas fuentes. Pero si la escasez afecta de forma simultánea a varios recursos esenciales, algunos tan esenciales como el petróleo, me temo que además de (a), (b) y (c) también tendremos cosas como (d) se matricularán menos vehículos y (e) se producirán otras muchas noticias desoladoras para la economía.
Y en tanto los economistas no sean capaces de abandonar el paradigma terraplanista de los recursos ilimitados (o, al menos, no limitantes), me temo también que no van a ser capaces de ayudarnos a salir del atolladero. Los terraplanistas de la LSE bien podrían darse una vuelta de vez en cuando por el Grantham Research Institute para intercambiar impresiones, a ver si así les llega su hora de despertar.
Fuentes:
Artículo de Luis Garicano en Nada es Gratis, de 18-11-2012:
http://www.fedeablogs.net/economia/?p=26234
Artículo de Luis Garicano en El País, de 21-04-2013, titulado Esperando a Godot-Draghi:
http://economia.elpais.com/economia/2013/04/19/actualidad/1366365953_382283.html
El artículo sobre Jeremy Grantham en The Guardian, 12 de abril de 2013:
http://www.guardian.co.uk/environment/2013/apr/12/jeremy-grantham-environmental-philanthropist-interview?INTCMP=SRCH
El artículo de Jeremy Grantham Time to wake up ... (29 de abril de 2011) puede encontrarse en Resilience y en The Oil Drum:
http://www.resilience.org/stories/2011-04-29/time-wake-days-abundant-resources-and-falling-prices-are-over-forever
http://www.theoildrum.com/node/7853
Hola Luis:
ResponderEliminarHace solo unos pocos meses que descubrí tu blog y ya lo tengo entre mis favoritos.
Gracias por todos tus análisis tan bien explicados y documentados.
Éste ultimo escrito es un ejemplo de ello, donde pones el dedo en la llaga, dando nombres y ejemplos concretos.
Un saludo.
Gracias a ti por tu comentario, Jesús. Me alegro mucho de que este blog esté entre tus favoritos.
EliminarVeo que el pH de la terminología va bajando poco a poco, y como buen amante de lo ácido y lo caústico, bienvenido un aderezo picantón a un buen argumentario. Y a los de estómago flojo...sal de frutas!
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