sábado, 20 de abril de 2013

El legado de Margaret Thatcher

Margaret Thatcher es, sin duda, uno de los personajes más relevantes de la historia política del último cuarto del siglo XX, y también uno de los más controvertidos. Con su reciente fallecimiento han proliferado declaraciones y artículos de opinión sobre su figura y es curioso comprobar como, por lo general, no hay medias tintas: partidarios entusiastas y detractores acérrimos se reparten a partes iguales. Esto es así especialmente cuando se trata su política económica, eso que se dio en llamar "thatcherismo", una política decididamente liberal en el sentido de adelgazar el estado y reducir en todo lo posible su intervención en la economía. Los partidarios ven en el thatcherismo la receta infalible de la prosperidad, la que adquirió en Reino Unido gracias al gobierno de Margaret Thatcher y también la que podría alcanzar cualquier sociedad que aplicara esas políticas. Los detractores, en cambio, la consideran la raíz de todos los males, generadora de injusticia social y acicate para la especulación financiera, esa que, en última instancia, habría desencadenado la actual crisis de deuda.

Lo que propongo aquí es un modesto análisis sobre la tesis que relaciona la política económica de Margaret Thatcher con la prosperidad en el Reino Unido. Tengo que advertir desde ya que el análisis se basa más en datos que en argumentos. Me mueve seguramente cierto afán de originalidad: los argumentos predominan claramente sobre los datos en lo que yo he leído al respecto. Supongo que también es un intento de evitar meterme en demasiados berenjenales. Allá voy.

Para bien o para mal, la magnitud que por sí sola se considera más relevante para medir el desempeño de una economía es el crecimiento económico. No hay más que oír a nuestros líderes actuales prometer y prometer la vuelta a una senda del crecimiento que no se acaba de materializar ni, salvo que uno ponga mucha buena voluntad, siquiera vislumbrar. Así pues, si las políticas de Margaret Thatcher promovieron la prosperidad en el Reino Unido, me parece lícito esperar señales de mayor crecimiento económico asociadas a su mandato. Para intentar encontrar tales señales he elaborado el gráfico siguiente.

Gráfico 1. Reino Unido: crecimiento anual del PIB en %, 1970 - 2011. Se señalan en color verde los años del mandato de Margaret Thatcher: 1979 (desde mayo) a 1990 (hasta noviembre).

Pues bien, a primera vista no se aprecia ninguna tendencia especial a un mayor crecimiento durante los años del thatcherismo. El promedio de los crecimientos anuales en los años de Margaret Thatcher es de 2,32% mientras que en el resto de años para los que presento datos es de 2,35%: la diferencia es insignificante (he contado el año 1979 en ambos promedios, por eso de que sólo es "año de Thatcher" a partir de mayo). En 7 de los 42 años del conjunto, es decir, 1 de cada 6, hay decrecimiento. Dos de esos años de crecimiento negativo se cuentan entre los casi 12 del mandato de Thatcher, manteniendo graciosamente la misma proporción de 1 a 6. Aunque en esto ultimo los partidarios podrían alegar, con razón, que los crecimientos negativos de 1980 y 1981 no son atribuibles a las políticas del gobierno de Thatcher, que no podían haber dado fruto todavía. Pero en tal caso, podrían replicar los detractores, el crecimiento negativo de 1991 y el casi nulo de 1990 y 1992 sí habría que atribuirlos a esas políticas.

De momento los datos no parecen indicar ninguna relación entre thatcherismo y prosperidad. Pero tal vez no estamos siendo del todo justos. Por ejemplo: debido a la fuerte subida del precio del petróleo en 1979, los años 1980 y 1981 son años de recesión en casi todo el mundo. (Me permito un inciso: sí, las subidas del precio del petróleo causan recesiones. Los años 1974 y 1975 también fueron malos en general por la subida del precio del petróleo de 1973). A lo mejor es mucho pedir que una política económica propicie el crecimiento incluso cuando el resto del mundo está en recesión. Tal vez sea más ilustrativo evaluar el desempeño de la economía británica en términos comparativos: ¿hay signos de que las políticas de Thatcher propiciaron un mayor crecimiento en en el Reino Unido que en otras economías del entorno?.

El gráfico 2 es similar al anterior pero no muestra el crecimiento anual de la economía del Reino Unido sino la diferencia entre este y el crecimiento combinado de las economías de Alemania, Francia e Italia. Estas son, junto con la del Reino Unido, las economías más grandes de Europa Occidental y, por tanto, me parecen rivales a medida.


Gráfico 2. Diferencial de crecimiento anual de PIB (%) entre el Reino Unido y las economías combinadas de Alemania, Francia e Italia. Se señalan en color verde los años del mandato de Margaret Thatcher: 1979 (desde mayo) a 1990 (hasta noviembre).  

Veamos que nos dice el gráfico 2. Entre 1971 y 1981 la economía del Reino Unido iba bastante por detrás de las de sus contrapartes continentales y claramente sufrió más que estas en las recesiones de 1974-75 y 1980-81. Los partidarios pueden atribuir el mal desempeño comparativo de todos estos 11 años a las políticas económicas previas, incluso teniendo en cuenta que Margaret Thatcher se mudó al 10 de Downing Street en mayo de 1979. El panorama cambia a partir de 1982: el Reino Unido encadena 7 años consecutivos de crecimiento por encima de lo que se podía considerar normal en el núcleo de Europa. Los partidarios podrán atribuir el éxito de estos años a las políticas de Thatcher pero entonces tendrán que explicar qué pasó entre 1989 y 1992, años de recesión general pero en los que la economía británica sufrió mucho más que las otras. ¡Estamos igual de mal que antes de Thatcher!, podrán replicar los detractores, ¡hemos hecho un pan con unas tortas!. En efecto, si integramos los diferenciales de crecimiento de los 12 años de mandato de Thatcher, el resultado es ligeramente negativo.

Es a partir de 1993 cuando la economía británica cobra realmente impulso y se desmarca, en términos de crecimiento, de las economías de Alemania, Francia e Italia. Hasta 2005 se suceden 13 años consecutivos con crecimiento claramente superior al de esas otras economías europeas. Cuando llega la última gran crisis, en 2008, la economía británica mantiene el tipo y es capaz de no contraerse más que las otras economías europeas fuertes, contrariamente a lo que había sucedido en las recesiones anteriores. Aquí los partidarios querrán apuntarse el éxito, atribuyéndolo a las reformas impulsadas por Thatcher, que seguirían vigentes, incluso tras la entrada de los laboristas en el gobierno a partir de 1997. Los detractores podrán replicar, en cambio, que hizo falta que Margaret Thatcher renunciara para salir del callejón sin salida en el que había colocado a la economía británica a comienzos de la década de 1990. 

Así que, hasta aquí, el caso no está claro. No sé si para poner un poco de luz o para liar más las cosas voy a añadir otro ingrediente a la cuestión. La historia es esta: en 1975 Shell Oil y BP iniciaron la explotación de los yacimientos petrolíferos gigantes del Mar del Norte, descubiertos cinco años antes. Como consecuencia, la producción de petróleo del Reino Unido se disparó hasta el punto de que en 1980, con casi 1,7 millones de barriles diarios, superó por primera vez al consumo interior. A partir de ese momento, el Reino Unido se convertiría en exportador de petróleo. Mantuvo esa posición hasta 2005, año en el que la producción cayó de nuevo por debajo de los 1,7 millones de barriles debido al declive natural de los yacimientos. (No me resisto a hacer otro inciso: sí, los yacimientos de petróleo tienden a agotarse a medida que se explotan).

En los años buenos de producción de petróleo, las exportaciones rondaron el millón de barriles diarios. Los años buenos fueron casi todos menos los que van de 1989 a 1992, en los que la producción fue bastante más baja y apenas superó el consumo interno. Y aquí es donde esta historia engarza en el análisis: incidentalmente, los años buenos son casi los mismos que los años en los que la economía británica creció por encima de sus referentes continentales. Lo intento ilustrar con el gráfico 3 siguiente. Este es una versión del gráfico 2 en el que incorporo, en la escala de la derecha, el balance anual entre producción y consumo de petróleo en el Reino Unido. La relación entre crecimiento comparativo y balance de petróleo no es perfecta, pero sí, creo, suficientemente aparente como para tenerla en cuenta.

Gráfico 3. Diferencial de crecimiento anual de PIB entre el Reino Unido y las economías combinadas de Alemania, Francia e Italia (%, escala de la izquierda) y balance entre producción y consumo de petróleo en el Reino Unido (miles de barriles diarios, escala de la derecha). Se señalan en color verde los años del mandato de Margaret Thatcher: 1979 (desde mayo) a 1990 (hasta noviembre). 

En este punto el lector tal vez se pregunte si tratar de relacionar las exportaciones de petróleo con la prosperidad económica del Reino Unido no es ir demasiado lejos. Y es posible que tenga razón, pero a la vista de los datos no me parece tan lejos como tratar de relacionar la política de Margaret Thatcher con la prosperidad económica del Reino Unido. Exportar un millón de barriles diarios puede ser un muy buen negocio para la economía de un país. Cabe preguntarse si la economía británica, con Thatcher o sin Thatcher, habría exhibido esos periodos de mayor crecimiento comparativo si no hubiera dispuesto de la ventaja de la enorme producción de petróleo.

En fin, que el recurso a los datos no parece el más adecuado para sostener la tesis de que las recetas del thatcherismo llevaron la prosperidad económica al Reino Unido. Y menos aún las versiones más fuertes de la tesis que proponen que dichas recetas llevarían la prosperidad económica a cualquier sociedad que las aplicara y en cualquier circunstancia. Por supuesto esto no es óbice para que quien así lo prefiera recurra a los argumentos.

Fuentes:

Los datos de crecimiento económico con los que se han elaborado los gráficos se han obtenido de la base de datos del Banco Mundial disponible en:
Se trata los datos del indicador GDP growth (annual %).

La elección de Alemania, Francia e Italia como referencia no responde a ninguna otra razón que la expuesta en el artículo: son, junto con el Reino Unido, las cuatro economías más grandes de Europa Occidental. Formar un grupo con más países me hubiera llevado más trabajo, podría haberme dado problemas de homogeneidad (no todos los países tienen datos desde 1971 en la fuente consultada) y podría introducir distorsiones (Holanda, Dinamarca y Noruega también se benefician enormemente de la explotación de yacimientos fósiles en el Mar del Norte).

Los datos de producción y consumo de petróleo del Reino Unido que se han utilizado en el gráfico 3 proceden de BP 2012: BP Statistical Review of World energy 2012:
http://www.bp.com/sectionbodycopy.do?categoryId=7500&contentId=7068481
  

sábado, 16 de marzo de 2013

Nuestro cambio climático

En este artículo, y sin que sirva de precedente, me haré eco de una campaña de recogida de firmas por internet. No tengo nada claro hasta qué punto estas campañas contribuyen a lograr a los fines que promueven aunque últimamente plataformas como avaaz.org o change.org tienen cada vez más presencia y se atribuyen éxitos de lo más variopintos, desde detener la aprobación de una ley que propiciaría mayor deforestación en Amazonia hasta lograr una versión de twitter en gallego.

La campaña que voy a publicitar se llama Tu cambio climático y la promueve el profesor Ranga Myneni, de la Universidad de Boston (con el que no tengo nada que ver, por otra parte). Pretende reunir 1.000 millones de firmas, ¡1.000 millones!, para pedir al Secretario General de las Naciones Unidas que "obre juiciosa y rápidamente para proteger a la tierra del cambio climático provocado por el ser humano". Se puede encontrar aquí:

https://yourclimatechange.org/?lang=es

La campaña se abrió el 1 de marzo y se cerrará el 22 de abril de 2014, día de la Tierra. Cuando escribo estas líneas lleva poco más de 6.000 firmas, así que alcanzar el número de 1.000 millones parece un objetivo tremendamente ambicioso. Sin embargo, en lo que concierne al cambio climático se me hace que ya no nos podemos andar con chiquitas. Lo verdaderamente ambicioso es el objetivo último de la campaña: proteger la Tierra y, sobre todo, a nosotros que vivimos en ella de los efectos potencialmente devastadores del cambio climático que nosotros mismos estamos provocando. Y es que el cambio climático es de todos: todos contribuimos a provocarlo, todos vamos a sufrir sus perjuicios y sólo entre todos podemos abordar las soluciones. Ranga Myneni lo explica así:

"En la actualidad existen pruebas suficientes para afirmar que nuestra forma de vida está causando cambios artificiales en el clima. Somos colectivamente responsables de este daño y necesitamos solucionar el problema juntos. Se trata por lo tanto de TU CAMBIO CLIMÁTICO. Los científicos investigan desde hace 25 años los peligros del cambio climático e informan de ello a los gobernantes. Sin embargo no se han llevado a cabo medidas realmente eficaces para resolver este problema global que afecta a toda la vida sobre la Tierra."

Es innegable que hay enormes desequilibrios en el reparto tanto de las causas del cambio climático como de sus efectos potenciales. En general, los que vivimos en las sociedades con alto nivel de vida contribuimos desproporcionadamente más a las causas y también disponemos de más capacidad para protegernos de sus efectos perniciosos. Pero esto no niega en absoluto el carácter global del problema e incluso refuerza la necesidad de aunar las voluntades de todos para enfrentarlo.

Así que la machada de conseguir 1.000 millones de firmas, una por cada 7 habitantes del planeta, está en línea con la magnitud del problema. Supongamos que la campaña es un éxito. ¿Para qué podría servir? Bueno, quiero creer que reforzaría la posición de quienes, en los órganos de decisión política, están más dispuestos a tomarse en serio el problema y actuar. Pero sobre todo quiero creer que representaría una toma de conciencia global, una señal de que estamos dispuestos a enfrentar el desafío. Porque para enfrentar el desafío vamos a tener que asumir cambios que también nos van a afectar a todos, y naturalmente más a los que más estamos contribuyendo al problema.

¡Anímate y sé uno de los 1000.000.000 que vamos a firmar!
https://yourclimatechange.org/?lang=es




domingo, 10 de marzo de 2013

Crisis y productividad

Hace unos días, Diego Comin publicó en el blog Nada es Gratis un artículo titulado Una de Ciencia Ficción en el que propone algunas fórmulas más o menos imaginativas que podrían ayudar a España a salir del atolladero económico en el que se encuentra. Pero el autor comienza el artículo caracterizando el problema según su punto de vista. Y según este punto de vista, "La economía española tiene muchos problemas [...]. Pero hay uno del que se habla poco y a mi modo de ver es quizás el más importante por las consecuencias a corto y largo plazo: el bajo ritmo de crecimiento de la productividad". No es la primera vez que el autor señala la baja productividad (es decir, una  relación baja entre producción y horas trabajadas) como uno de nuestros principales lastres económicos. En mayo del año pasado dedicó un artículo entero a este tema en el mismo blog, con el título La productividad es muy importante pero la gente no la encuentra sexy. Las dos citas siguientes son del mencionado artículo:

"[Sobre la economía española] lo que me preocupa de verdad y nadie menciona es la productividad"

"En el contexto español, de todas las losas que están ahogando la economía española, la baja productividad es la más pesada".

Salvando las enormes distancias (el Sr. Comin, entre otros méritos, es profesor en la Harvard  Business School y yo no soy más que un curioso que picotea de aquí y de allá), creo que entre Diego Comin y yo hay un par de puntos en común. El primero es que ambos creemos que aunque se habla mucho de los problemas de la economía española, apenas se habla del que nos parece más importante. Si bien es cierto que a él le parece que este es uno, la baja productividad, y a mí me parece que es otro, la carestía energética. Con todo, es a partir de esta aparente discrepancia donde yo veo que nuestros puntos de vista se vuelven a encontrar.

Intentaré explicarme. Supongamos que, efectivamente, el problema mayor de nuestra economía es la baja productividad, o el bajo ritmo de crecimiento de la productividad. Esto quiere decir que en el caso de que nuestra productividad hubiera crecido a buen ritmo, la economía española estaría en una situación mucho mejor que la de ahora. Desde mi punto de vista, una situación mucho mejor que la de ahora sólo tiene sentido si supone una tasa de paro muy por debajo de los niveles terroríficos actuales. Así que esa situación mucho mejor que la de ahora implica dos cosas: muchas más personas trabajando y cada una de ellas produciendo más. La combinación de ambos factores implica directamente una producción total (un PIB) mucho mayor que la actual.

El problema surge de que para mantener un PIB mucho más alto es necesario utilizar mucha más energía, o, alternativamente, reducir drásticamente la intensidad energética del PIB (la cantidad de energía necesaria por unidad de producción). Esta segunda opción implicaría cambios muy profundos en nuestro sistema productivo y en nuestros patrones de consumo, cambios que van bastante más allá del desarrollo de la cocina molecular, de la penetración de la moda española en el mercado chino o del resto de propuestas del artículo del Sr. Comin. La primera opción, utilizar más energía, es la más evidente y directa pero choca con un impedimento difícil de salvar: hoy por hoy hay muy poco margen para incrementar el suministro global de energía, lo que se traduce en unos precios muy elevados para este recurso.

Trataré de ilustrar esto con unos números sencillos. Según el artículo del Sr. Comin, en los años de expansión (2000 - 2007) la productividad de la economía española creció a un ritmo de 0,85% anual a diferencia de la de Estados Unidos de América, que creció a un ritmo del 1,9% (algo más de 1 punto porcentual por encima de la de España). Imaginemos un escenario en el que la economía española no tiene problemas con la productividad y tomemos como referencia ese 1,9% de Estados Unidos. Entonces, a comienzo de 2008 la productividad de la economía española sería más o menos un 7,6% mayor en el escenario imaginario que en la realidad. Para los 5 años de crisis que llevamos, 2008-2012, el Sr. Comin no nos da referencias tan claras pero me parece plausible suponer que la diferencia sigue aumentando a cierto ritmo: digamos que a comienzo de 2013 la productividad en el escenario imaginario sea un 10% mayor que la productividad real. 

Seguimos: en el escenario imaginario la economía española estaría libre de su problema más importante, así que es de suponer que la crisis estaría haciendo muchos menos estragos. En concreto, es de suponer que la tasa de desempleo sería mucho más baja que la real, que está por encima del 25%. ¿Qué tal un 15%?. Ojo, no pretendo que la crisis no pase factura en el escenario imaginario: el 15% es el doble de la tasa de paro al inicio de la crisis. Pero el efecto de quitarse de encima la losa más pesada se tiene que notar, así que ¡qué menos que un 15% de paro en lugar del pavoroso 25% actual! Pues bien, con esta tasa de paro, en el escenario imaginario hay un 13,3% más de personas trabajando que en la realidad. Juntando todo tenemos un 13,3% más de personas trabajando con una productividad un 10% mayor. A no ser que trabajen menos horas, lo que tenemos es un 25% más de producción total. Y a no ser que la intensidad energética del PIB haya cambiado mucho, esto se traduce en un 25% más de consumo de energía. ¿De donde sacamos este 25% de energía adicional?.

En definitiva: si la productividad es un problema tan importante para la economía española, entonces  la energía es un problema tanto o más serio. El gráfico siguiente muestra la producción y el consumo de energía primaria en España en 2011. Como se ve, nuestra economía es claramente deficitaria en energía (en 2011 importamos un 76% de la energía primaria que consumimos). Y a poco que se le dé vueltas, se ve que conseguir cualquier incremento significativo de nuestro consumo de energía (y un 25% es un incremento muy significativo) pasa por importar más petróleo y gas natural, que están a precios prohibitivos, o por hacer cambios muy profundos y costosos en nuestro sistema energético o en nuestros patrones de consumo.


Producción y consumo de energía primaria en España, año 2011 (Fuente: BP 2012) 

El defecto, o la virtud, del análisis de Diego Comin es que prescinde de posibles limitaciones en la disponibilidad de energía primaria. Lo podemos adscribir, por tanto, a la corriente del terraplanismo económico, que tiende a ver la economía como un sistema autónomo, libre de cualquier condición de contorno que el medio físico pueda imponerle. La virtud de los análisis terraplanistas reside en que suponen que la senda del crecimiento que nos permitirá seguir siendo más numerosos y más ricos indefinidamente existe e intentan localizarla. El defecto radica en que a lo peor las cosas no son así, y en tal caso, no sólo no nos van a ayudar a salir de esta crisis, sino que probablemente contribuyan a empeorar las cosas.

Fuentes:
Artículos citados de Diego Comin en Nada es Gratis:
Una de Ciencia Ficción
La productividad es muy importante pero la gente no la encuentra sexy

BP 2012: BP Statistical Review of World energy 2012, en:

http://www.bp.com/sectionbodycopy.do?categoryId=7500&contentId=7068481

lunes, 4 de febrero de 2013

Lo que Malthus pasó por alto

Hace unos días María Antonia Sánchez Vallejo firmaba un artículo en El País con el título La Maldición de Malthus. En él repasaba algunas opiniones sobre el supuesto problema de superpoblación humana. Para abrir boca el artículo nos recuerda unas declaraciones recientes del naturalista británico David Attenborough ("los humanos somos una plaga sobre la Tierra") y otras del ministro de finanzas japonés Taro Aso exhortando a los ancianos de su país a darse prisa en morir para aliviar los costes de la seguridad social nipona. 

Al parecer el Sr. Taro (él mismo de edad avanzada) retiró lo dicho pocas horas después, así que no le prestaré más atención aquí. En cuanto a Sir David Attemborough, prefiero quedarme con su magnífica conferencia People and Planet, pronunciada ante la Royal Society en marzo de 2011, sobre el mismo asunto pero en un tono menos provocador. La idea central se basa en una verdad irrefutable: no puede haber más gente viviendo en la Tierra que la que puede ser alimentada con los recursos del planeta. Ya que estos recursos son, en principio, limitados, existe un límite para el tamaño de la población y este límite, según Sir David, estaría relativamente cercano en el tiempo.

La idea de que la tendencia de la población a crecer exponencialmente se contrapone con la finitud de los recursos del planeta (y de que esto es un problema serio) tiene fecha de nacimiento: 1798, año de la primera publicación de An Essay on the Principle of Population, la obra fundamental de Thomas Robert Malthus. Malthus fue contemporáneo de Adam Smith o de David Ricardo y en su tiempo participó activamente en los debates intelectuales en los que se estaban fraguando las bases de lo que hoy conocemos como ciencias económicas. Sin embargo, su influencia en la disciplina parece  inexistente. En la conferencia de David Attenborough encontramos una cita que ilustra esto muy bien. Se atribuye a Kenneth Boulding (c. 1970):

"Cualquiera que crea que el crecimiento exponencial de cualquier cosa física puede continuar indefinidamente en un mundo finito es o bien un loco o bien un economista."

Conviene aclarar que Kenneth Boulding era, él mismo, un economista. Pero la cuestión que yo me planteo ahora es: ¿por qué el pensamiento de Malthus no ha tenido apenas repercusión en el desarrollo de las ciencias económicas? Yo creo que hay dos razones. La primera es estética: el maltusianismo es feo. Como lo son en general las teorías que propugnan límites al desarrollo. Se me hace que las ciencias económicas, y también la política económica, tendrían mucho menos glamour si tuvieran que incorporar las ideas de los aguafiestas de los recursos limitados. ¿Qué les quedaría a nuestros líderes si no pudieran prometernos el regreso a la senda del crecimiento?

La segunda razón es empírica: es un hecho que la teoría de Malthus ha fracasado de forma  estrepitosa en sus predicciones. Desde los tiempos de Malthus, la población no ha parado de crecer exponencialmente, tal como predice su teoría. Pero resulta que la producción de alimentos tampoco ha parado de crecer exponencialmente y, además, más rápido aún que la población, todo lo contrario de lo que predijo Malthus. Por ejemplo, entre 1961 y 2009 la población pasó de 3.081 millones de habitantes a 6.858, es decir, un incremento del 123%. La producción de cereal entre esos mismos años pasó de 739 a 2.495 millones de toneladas, un incremento del ¡238%!. En definitiva: 2009 se produjo un 50% más de cereal por persona que en 1961, a pesar de que en 2009 éramos muchísimas más personas que en 1961. Así que está claro: ¿por qué tendríamos que incorporar al pensamiento económico una teoría que no sólo yerra en sus predicciones sino que además desluce?

A mí me parece que el fundamento de la teoría de Malthus es sólido y, si Boulding estaba en lo cierto, coincidiría en esto con casi todo el mundo salvo algunos locos y algunos economistas. Entonces, ¿cómo es que sus predicciones se han desviado tanto de la realidad?¿qué es lo que Malthus pasó por alto? La respuesta, para mí, es clara: Malthus no pudo imaginar que la humanidad iba a disponer de petróleo y gas natural en cantidades tan enormes como las que hemos estado utilizando en las últimas décadas. Me explico. La clave del éxito agrícola de nuestra civilización es la llamada revolución verde: un enorme incremento de la productividad de la tierra. En 2009 tocábamos a 0,2 ha de tierra cultivable por habitante, casi la mitad que en 1961 (0,37) y esa disminución del recurso tierra está muy en la línea maltusiana. Pero a base de sacarle muchísimo más a cada hectárea , en 2009 pudimos producir más alimentos por persona que en 1961. ¿Cómo se ha logrado este milagro? Pues con el progreso de las tecnologías agrarias. Y la mayor parte del mérito hay que atribuirla al uso intensivo de maquinaria agrícola y fertilizantes químicos: entre 1961 y 2009 el número de tractores agrícolas por hectárea cultivable prácticamente se dobló y entre 2002 y 2009 el uso de fertilizantes químicos por hectárea cultivable creció a un ritmo equivalente a un 2,11% anual. Pues bien: para mover la maquinaria agrícola y para fabricar los fertilizantes hacen falta enormes cantidades de petróleo y gas natural.

Todo esto está muy bien, pero hay un problema: desde hace algunos años el petróleo y el gas natural han dejado de ser tan abundantes. Ya lo he repetido varias veces en este blog y no quiero insistir, pero aumentar siquiera ligeramente la producción de petróleo y de gas natural se ha puesto muy complicado. Cuan complicado nos lo dice el precio al que están esas materias primas. Si la población sigue creciendo y la producción de petróleo y gas natural no lo hacen al mismo ritmo, los mecanismos maltusianos podrían comenzar a operar antes de lo que a nadie nos gustaría.  

Entonces, ¿maltusianos sí o no?. Pongo algunos datos y reflexiones más sobre la mesa:

  • Ya somos más de 7.000 millones de personas (es más del doble de los que había cuando yo aparecí en este planeta, admito que esto me asusta un poco).
  • A la tasa de crecimiento actual (1,15%), el incremento de población serviría para llenar un país como España cada 7 meses, o un país como Japón (128 millones) cada 18 meses.
  • Japón viene al caso porque se cita varias veces en el artículo de Sánchez Vallejo como ejemplo de país muy estable y con estándares de vida altísimos a pesar de su elevada densidad de población. Lo que no se menciona en ninguna parte del artículo es que Japón necesita importar el 60% de los alimentos que consume.
  • Si los gurús de la huella ecológica (otros aguafiestas) no andan demasiado desencaminados, nuestra civilización está consumiendo recursos renovables a una tasa de 1,5 veces la capacidad del planeta.
  • Existe un tremendo problema de desigualdad, y esto se repite en varias opiniones recogidas en el artículo de Sánchez Vallejo: las sociedades ricas derrochamos recursos a mansalva. Con todos los alimentos que producimos y luego van a la basura tal vez habría margen para sostener mucha más población. Pero conseguir que las sociedades ricas nos apretemos el cinturón parece problemático: en nuestras economías apretarse el cinturón es sinónimo de crisis. Y consumo responsable es una idea que, por desgracia, todavía vende muy mal.
Con todo esto, a mí me parece que sólo hay dos alternativas: o ser maltusianos (y apechugar con las miserias de una teoría más bien fea y pesimista) o confiar en que un año de estos aparezca una fuente de energía tan abundante y barata como lo han sido el petróleo y el gas natural (y que hoy por hoy es tan inimaginable para nosotros como el petróleo y el gas natural lo fueron para Malthus). Los economistas a los que aludía Boulding no confían en ese hallazgo, simplemente lo dan por supuesto. 


Fuentes:
El artículo de Antonia Sánchez-Vallejo La maldición de Malthus puede verse aquí:
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/01/29/actualidad/1359487026_928889.html

Sobre las declaraciones de Taro Aso, El País publicó la siguiente noticia:

http://internacional.elpais.com/internacional/2013/01/26/actualidad/1359215970_213614.html

El discurso de David Attemborough ante la Royal Society puede verse aquí:

http://martinspribble.com/archives/1546

Todos los datos estadísticos que se citan provienen del Banco Mundial a través de Google Public Data Explorer (http://www.google.com/publicdata/directory)


martes, 1 de enero de 2013

Paul Krugman en la Tierra plana

El ensayo de Robert J. Gordon publicado el pasado septiembre y titulado Is U.S. Economic Growth over? Faltering Innovation Confronts the Six Headwinds está teniendo bastante repercusión a juzgar por la frecuencia con que se encuentran comentarios en la prensa y en diversos foros. Yo mismo lo comenté en un artículo de este blog. El último comentario que he visto es el de Paul Krugman del 26 de diciembre pasado en su página de opinión de The New York Times. En él encuentro un párrafo que me deja atónito:

"Considere por un momento un escenario de fantasía tecnológica en el cual pudiéramos producir robots inteligentes capaces de hacer todo lo que una persona puede hacer. Claramente, tal tecnología eliminaría todos los límites al PIB per capita, siempre y cuando no contemos a los robots entre las capitas. Con sólo mantener el crecimiento de la proporción de robots en relación con humanos se podría alcanzar cualquier PIB que se desee." (Mi traducción)


Echando mano otra vez del chascarrillo de que la idea de una Tierra esférica es incompatible con la noción de muchos economistas que no ven, o no quieren ver, que los recursos son limitados, el párrafo citado es una de las declaraciones de "terraplanismo económico" más radicales que he visto hasta ahora. En efecto, en el planteamiento de Krugman la base física del PIB (consumo de materia y energía) no existe: basta con tener robots tan inteligentes y capaces como las personas en número suficiente para poder crear todo el PIB que queramos.

Para mí la objeción es obvia y parte de dos consideraciones. La primera es que, hasta donde yo sé, las personas no hemos sido capaces todavía de crear PIB a partir de la nada (aunque algunos economistas piensan que sí, sobre esto he comentado en este artículo), así que no hay razón para pensar que unos robots que igualan las capacidades humanas lo vayan a conseguir. Por tanto, el PIB, lo creen robots o personas, requerirá un soporte físico, es decir: consumo de materia y energía. La segunda es que, salvo que el escenario de fantasía tecnológica que nos plantea Krugman sea mucho más esotérico de lo que yo me imagino, los propios robots serán entidades materiales y para funcionar necesitarán energía, por lo que tener más robots supondrá necesariamente consumir más materia y energía. Comoquiera que, al menos desde el punto de vista de los aguafiestas que creemos que la Tierra es redonda, la disponibilidad de recursos materiales y energéticos en este planeta está sujeta a limitaciones físicas, la noción de que transferir las tareas productivas a unos robots elimina todos los límites al crecimiento económico resulta absurda.

El Sr. Krugman es premio Nobel de Economía, motivo más que suficiente para tomarse en serio sus ideas sobre la materia. Y esto es lo que más me preocupa: incluso los primeros espadas de la disciplina se permiten ignorar sin ambages la base material de la economía y las limitaciones que esta pueda imponer. Y esto es así porque en el pensamiento económico predominante capital y trabajo son los únicos factores productivos relevantes (la fantasía tecnológica que propone Krugman consiste en disponer de capital capaz de sustituir completamente al trabajo). Así pues, si hay limitaciones al PIB estas sólo pueden venir del capital o del trabajo.

Esta omisión, que a mi me parece una carencia clara, está presente en casi todas las escuelas económicas, incluso cuando sus planteamientos son completamente opuestos. Kugman y los neokeynesianos proponen como solución a la crisis actual el estímulo de la economía a base de inflar la oferta monetaria mediante el endeudamiento masivo de los gobiernos (ver Paul Krugman, el Coyote y la solución keynesiana), otros, en la linea neoliberal, proponen volver al patrón oro y reducir al máximo la intervención de los gobiernos (ver "Fraude": una visión neoliberal). Tanto unos como otros se mueven en la Tierra plana, ilimitada, en la que capital y trabajo son los únicos factores productivos a tener en cuenta.

Y al hilo de esto lanzo una conjetura: la contradicción radical entre el enfoque neokeynesiano y el enfoque neoliberal podría estar señalando una carencia fundamental en la teoría económica en la que se apoyan ambos, de forma similar a como la contradicción entre mecánica cuántica y mecánica relativista señala una carencia fundamental en la teoría física actual. La comparación está un poco cogida por los pelos, pero me viene bien para señalar una diferencia entre físicos y economistas: entre aquellos existe un consenso general que reconoce la carencia y la necesidad de resolverla para alcanzar una teoría unificada. Los economistas, en cambio, parecen haberse instalado más bien en el consenso terraplanista que les permite seguir contradiciéndose unos a otros sin revisar nada fundamental. ¿Será que la ciencia física es más ciencia que la ciencia económica?


Fuentes:

El ensayo de Robert J. Gordon Is U.S. Economic Growth over? Faltering Innovation Confronts the Six Headwinds puede encontrarse aquí:
http://www.cepr.org/pubs/PolicyInsights/PolicyInsight63.pdf

El comentario de Paul Krugman está aquí:
http://krugman.blogs.nytimes.com/2012/12/26/is-growth-over/?smid=tw-NytimesKrugman&seid=auto
El párrafo citado es, en su versión original, el siguiente:
Consider for a moment a sort of fantasy technology scenario, in which we could produce intelligent robots able to do everything a person can do. Clearly, such a technology would remove all limits on per capita GDP, as long as you don’t count robots among the capitas. All you need to do is keep raising the ratio of robots to humans, and you get whatever GDP you want.